Haber mis intelektuales de izkierda y demas entes ke se ufanan de la grandeza de su cerebro (lo ke no saben eske es un chingao tumor lo ke traen ahi).
Kin de una vez te aviso es mucho de leer asi ke mejor abstente, no kiero borings
Bueno pa los valientes ke se kedaron aki les dejo
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Autor: Pedro Miguel
Plagiario: Redencion
Kin de una vez te aviso es mucho de leer asi ke mejor abstente, no kiero borings
Bueno pa los valientes ke se kedaron aki les dejo
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Carta a los Artropodos
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Me dirijo a ustedes, artr?podos, como los representantes m?s complejos de un mundo de invertebrados que incluye, adem?s, a bacterias, arqueas y eucariotas, y a amasijos multicelulares como las esponjas, las lombrices, los gusanos planos, las medusas, las estrellas de mar y los corales. Me dirijo a ustedes en raz?n de nuestra enemistad ancestral. Hablo en nombre de los vertebrados en general, de los mamíferos y de los humanos.
Los antepasados de ustedes y los nuestros han rivalizado desde el primer poblamiento de las tierras emergentes, all? por los tiempos ordovícicos (hace 500 millones de a?os), e incluso desde antes, cuando surgi? la vida animal en las aguas marinas “nutritivas y tibias como la orina de un diab?tico”. Podremos tener antepasados comunes, pero nunca los reconoceremos a ustedes como hermanos nuestros.
Por entonces, ustedes depredaban a nuestros tatarabuelos peces, y ya en tierra firme, mientras los primeros tetr?podos se esforzaban por desarrollar sus extremidades gelatinosas y por sobrevivir en el aire seco, ustedes, provistos de la movilidad que dan las patas plenamente funcionales, hundían sus colmillos formidables en la carne desamparada de aquellos lejanos ancestros nuestros. Entrado el Carbonífero, gracias a una atm?sfera hiperoxigenada, ustedes desarrollaron dimensiones atroces (ciempi?s de dos metros de largo, ara?as capaces de devorar a un gato, lib?lulas de envergadura comparable a la de las ?guilas actuales) que les permitieron engullir anfibios y reptiles. De no haber sido por el cambio clim?tico que sobrevino al fin de aquel periodo, tal vez los vertebrados habitaríamos hoy en día las rendijas de las casas de ustedes, nos disputaríamos los restos de su cena y correríamos aterrorizados para evitar ser aplastados por sus patas peludas y por sus pedipalpos letales. Pero, en buena hora, el oxígeno escase?, y sus sistemas traqueales resultaron incapaces, en la nueva circunstancia, de sostener aquellas monstruosas dimensiones.
Los hemos estudiado, clasificado, rebanado en el microscopio y disuelto en ?cidos para obtener las claves de su composici?n última y residual, y hemos concluido por sostener, en nuestro discurso racional, que ustedes son banales e insignificantes, migajas de vida rudimentaria dispersas por el mundo. Sin embargo, algo en nuestra psique les teme, los odia y los asocia con la bestia invisible que devor? a plena luz del día al autor del Necronomic?n, el ?rabe loco Abdul Alhazred.
Es posible que el p?nico irracional que ustedes aún causan en muchos individuos de nuestra especie se encuentre grabado en los genes desde aquellos tiempos an?malos, al igual que la pesadilla recurrente de insectos gigantes y que el arquetipo de la ara?a devoradora. Tal vez hoy en día, en las contadas ocasiones en que un miri?podo se zampa a un rat?n, o cuando un ar?cnido consigue cazar a un peque?o p?jaro, los vertebrados sintamos un escalofrío de agravio revivido. Hay un dato importante: nuestro elemento primario de superioridad sobre ustedes no fue el tama?o ni la movilidad, sino la memoria. Y es que ustedes son seres sin recuerdos ni afectos, y sin m?s ?rganos perceptivos y cognitivos que un tumor triganglio dedicado a procesar las se?ales provenientes de sus ojos, sus antenas y sus hocicos, y un cord?n de nudos ventrales que regulan su digesti?n y su circulaci?n rudimentaria.
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Nosotros hemos heredado de nuestros ancestros peces, anfibios y reptiles, junto con el sistema límbico, las emociones primarias que ustedes desconocen; en el cerebro de nuestros abuelos mamíferos se desarrollaron circunvoluciones que, sin incrementar el volumen del ?rgano, aumentaban su superficie; en nuestros predecesores m?s inmediatos apareci? el neoc?rtex, y en ?l, la idea de Dios, el pensamiento econ?mico, las narraciones de Kafka, la teoría de la evoluci?n, los planos del Taj Mahal, los desfiles de modas y la comprensi?n paulatina de los agujeros negros. Ustedes, en cambio, llevan 500 millones de a?os sin pensar en nada y sin otras pulsiones que las de comer y evitar que se los coman.
Hoy en día hemos establecido reglas para compartir con ustedes este planeta, nos resignamos a que nos devoren cuando hemos muerto; nos dignamos a entablar relaciones de estricta conveniencia con las abejas, los camarones, los gusanos de seda y la grana cochinilla, y hasta somos capaces de admirar las alas de una mariposa, a condici?n de que el resto de su anatomía nos pase inadvertida; podemos hallar simp?ticos a algunos de ustedes, como los grillos (los volvemos símbolo de nuestros tapujos morales antes de echarlos a una sart?n hirviente) y las catarinas; convertimos a las hormigas en ejemplo de laboriosidad (y despu?s las masacramos en masa con un polvito blanco); los incorporamos a nuestro zodíaco, como les cupo en suerte al escorpi?n y al cangrejo, nos chupamos los dedos con el delicado sabor de la pulpa interior de langostas y camarones y, de cuando en cuando, los contratamos como mercenarios y ponemos un alacr?n entre las s?banas del pr?jimo enemigo.
Pero no se equivoquen: nosotros los odiamos, artr?podos. Generalizamos y exageramos sus secreciones irritantes o venenosas, los identificamos con la suciedad y lo aborrecible, compartimos las fobias literarias hacia los trilobites, nos asquea su sexualidad (esos espermat?foros desprendibles a conveniencia...), nos repugnan sus articulaciones, nos enferman sus h?bitos alimenticios (esa manía de vomitar jugos g?stricos sobre lo que se van a tragar...), despreciamos su vida social inconsciente y mec?nica, nos irritan las cucarachas, nos causan rechazo moral las mantis religiosas, no cejaremos nunca en el af?n de lograr la extinci?n total de las moscas y los zancudos.
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Olvídense de la fobia que nos causan las serpientes, el miedo que experimentamos ante un lagarto, el asco que nos infunden los buitres y las hienas, nuestras precauciones ante los tigres y los lobos. No se fijen en nuestras diferencias internas, como las que desembocaron en la Primera y en la Segunda guerras mundiales, en Vietnam, en Kampuchea, en Yugoslavia, en Gaza. T?ngannos miedo: qu? seremos capaces de hacer contra ustedes si los romanos hicieron lo que hicieron a los cartagineses, los otomanos, a los armenios, Stalin, a los pueblos sovi?ticos, Hitler, a los judíos y a los gitanos y a los comunistas y a los eslavos y a los homosexuales, Bush, al mundo.
Hoy por hoy, peleamos una guerra confusa y desganada. Tal vez se intensifique, cuando los humanos hayamos devorado todo lo devorable en el planeta, volteemos hacia ustedes, nos aguantemos las n?useas y los volvamos hamburguesas. Pero tal vez sea m?s probable que nos partamos la madre entre nosotros y que ustedes hereden una Tierra que han poseído siempre y en la que nosotros somos un par?ntesis m?s bien peque?o. Tal vez les dejemos un mundo enrojecido, caliente y agrietado, en el que ustedes saltar?n sobre los charcos de ponzo?a química que testimoniar?n nuestro paso por el mundo y volver?n a ser gigantes, como en el Carbonífero.
Mientras llega la hora de la verdad, recuerdo uno de los excepcionales gestos de piedad que uno de los nuestros --C?sar, su nombre de pila, Vallejo, su apellido-- ha tenido hacia ustedes. Se los dejo. Qu? importa que no vayan a entenderlo ni en otros cien millones de a?os de evoluci?n:
Es una ara?a enorme que ya no anda;
una ara?a incolora, cuyo cuerpo,
una cabeza y un abdomen, sangra.
Hoy la he visto de cerca. Y con qu? esfuerzo
hacia todos los flancos
sus pies innumerables alargaba.
y he pensado en sus ojos invisibles,
los pilotos fatales de la ara?a.
una ara?a incolora, cuyo cuerpo,
una cabeza y un abdomen, sangra.
Hoy la he visto de cerca. Y con qu? esfuerzo
hacia todos los flancos
sus pies innumerables alargaba.
y he pensado en sus ojos invisibles,
los pilotos fatales de la ara?a.
Es una ara?a que temblaba fija
en un filo de piedra;
el abdomen a un lado,
y al otro la cabeza.
en un filo de piedra;
el abdomen a un lado,
y al otro la cabeza.
Con tantos pies la pobre, y aún no puede
resolverse. Y, al verla
at?nita en tal trance,
hoy me ha dado qu? pena esa viajera.
Es una ara?a enorme, a quien impide
el abdomen seguir a la cabeza.
Y he pensado en sus ojos
y en sus pies numerosos...
¡Y me ha dado qu? pena esa viajera!
resolverse. Y, al verla
at?nita en tal trance,
hoy me ha dado qu? pena esa viajera.
Es una ara?a enorme, a quien impide
el abdomen seguir a la cabeza.
Y he pensado en sus ojos
y en sus pies numerosos...
¡Y me ha dado qu? pena esa viajera!
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Autor: Pedro Miguel
Plagiario: Redencion
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