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Cierren todas las puertas,
se?ores, lleg? el mero mero,
m?ndenme unas 4 putas
al cabo traigo un chingo de dinero.
Así lleg? el Reden
a jugar en el casino
ya 4 deudores cumplen
por no pagarle al padrino.
Yo soy el Padrino
pero a veces me disfrazo,
voy y cobro adeudos
o les meto un balazo.
A esos 4 me cargu?
por ser ambiciosos,
y a este me chingar?
por ser tan vicioso.
La Muerte quería a Reden,
lo rondaba desde hace tiempo:
"ese es de los que pueden
andarse con mucho tiento".
Cuando Reden se dio cuenta
de que lo buscaba la muerte,
fue y cerr? su cuenta
y se dio de baja como cliente.
No quería dejar pista alguna
ni que la Flaca lo ahogara
en alguna pinche laguna
o de otra forma lo despachara.
Se la pel? con la Pelona
porque pronto lo encontr?:
Mientras cobraba sus fichas
descarg? un video de Arjona
y su IP evidenci?.
Ahora sí, pinche Reden
te va a cargar la tostada,
ahora te vienes conmigo
o te hago cagada.
No, Muerte, no te sulfures
v?monos de buena manera,
s? que del coraz?n sufres
y no quiero ser el que te altera.
Te apuesto un todo o nada:
si yo pierdo, voy contigo
si yo gano, te vas a la chingada
o te quedas aquí conmigo.
La Muerte pens? la oferta
de alguna forma le convenía:
me voy a poner alerta,
lo empedar? con alevosía.
Est? bien, tú ganas:
me quedar? a verte.
Cantinero, 2 rondas,
salucita, mi Muerte.
Reden ganaba y ganaba
y la Muerte seguía bebiendo,
tomaba y se empedaba,
sentía que a Reden ya iba queriendo.
Cerraron el casino
y cambiaron las fichas:
vamos por m?s vino,
tambi?n por unas muchachas.
REden quería divertirse
pens? que ya la había librado,
pero la Muerte quiso lucirse
y con ella qued? embarrado
cuando chocaron con un ?rbol.
Se muri? Reden con la Muerte
y ahora apuesta desde su tumba.
Vaya pinche suerte,
pinche muerte zurumba.
Arch lleg? a su casa,
se le hizo raro el silencio.
Bueno, a veces pasa
que no haya movimiento.
Subi? a su cuarto pa conectarse,
a poner la quiniela de la semana,
estuvo a punto de resbalarse
y rodar por la escalera como rana.
Ay, cabr?n qu? pinche susto,
por poco muero chistosamente.
No te preocupes, le habl? de bulto
y educada, saludando, la Muerte.
Por las tetas de Atenea, qui?n eres?
-así maldice Arch, qu? le vamos a hacer?-
Vengo por ti, y no pregunto si quieres.
Soy la Muerte, ahora me vas a conocer.
La Catrina se puso en la luz
para que Arch pudiera verla:
estaba finamente vestida,
sombrero con plumas de avestruz,
conjunto elegante, traje sastre,
dise?o exclusivo de madreperla.
¿Y por qu? quieres llevarme?
pregunt? Arch a la Calaca.
Tú ganancias has darme
con los post que pones ac?.
Quiero que lo hagas all?,
que pongas todo en orden
porque con tanto canalla
todos roban, ninguno pone.
Si pagas bien y tienes internet
me cae que te acepto la oferta:
como fais?n, me lo bajo con fernet,
a veces ceno caviar o algo a la carta.
Te saldr? cara, pinche Muerte,
ve pensando en mi hospedaje:
quiero un depa y sirviente
y un spa donde me den masaje.
Se le hacía larga la lista,
la Huesuda sacaba cuentas:
es peor que una artista
pero me dar? altas rentas.
Te dar? lo que quieres
así que vete despidiendo
de tus queridos seres,
diles que est?s trabajando.
Arch arregl? sus maletas,
baj? y dej? un recado:
me llev? mis aletas,
fui a comer pescado.
No fue mentira lo escrito:
se le ha visto en Acapulco
comiendo pescado frito
y coctel de camar?n y pulpo.
Es gerente de contabilidad
en la empresa de la Muerte.
Ahí muestra su habilidad:
al morir la ver?s contarte.
A veces sale de vacaciones
y nos viene a visitar,
se queda en lujosos hoteles,
todos con vista al mar.
A la puerta de Korrosivo
llam? una noche tremenda nalguita.
Mu le dijo, “El pedo aquí es exclusivo..
¡pero bienvenida sea Usted, mamacita!”
La mujer blanca, delgada, de porte,
se present? a los tres Korrosivos incautos.
“¿Mi nombre?” ri?, “No es relevante,”
y así a todos mantuvo embobados.
Bebieron y rieron por horas,
y seguía la fiesta en pie.
Mientras dos de ellos fueron por drogas,
ella pens?: ‘Ya chingu?.’
Mu pensativo rol? a su bro el peyote,
para que Deiv le diera un jal?n.
Le dijo, “Algo anda mal y no es esta madre,
y tampoco es que sea yo un cul?n.”
Al poco rato La Dama, cansada ya de juegos,
de repente del disfraz se deshizo.
Los pobres Korrosivos —medio ebrios—
se arrugaron al contemplar el roto hechizo.
La Muerte, de buen humor pero aburrida,
consider? perdonarles la vida.
No acostumbraba confiar en la suerte...
Igual, podría hacerlo m?s interesante.
“Por las buenas soy de pelos,
y por las malas soy mejor.
Si quieren salvar sus pellejos,
apu?stenme algo de valor.”
Red no resisti? el reto
y dijo: “Ya vas: el grupo social y tres almas...
aunque, si yo gano este duelo,
nos dejas en paz y te largas.”
La Fortuna favorece a los valientes,
pero solo uno vence al final:
Redenci?n presumi? cuatro nueves...
la Catrina una flor imperial.
Los bros se lamentaron a una voz:
“Vali? madre, nos carg? la chingada.”
Red dijo, “Hay que pagar, no la hagan de tos.”
La Muerte, divertida, solt? una horrenda carcajada.
Y luego: “A ver, momento, momento,”
interrumpi? la Calaca, encabronada.
“Me hacen falta otros cuatro,”
acus?, sospechando una mala jugada.
“De mi lista yo s?lo cuento a tres
pero dice que hoy vine por siete.
Me entregan los que me deben,
o me llevo hasta al último pariente.”
“¡Ay, Huesuda, no seas pendeja!”
se burl? el Deiv, un churro fum?ndose,
“recuerda que un miembro se dio de baja,
y hay otros dos en Facebook refugi?ndose.
De Arch ya ni te acuerdas, te la llevaste contigo a chambear.
Tu agenda, mi estimada Muertita, ocupas machín actualizar.”
Red intervino: “Por no ser ojetes contigo,
¿qu? tal te suena una propuesta?
Un buen trato, en vez de castigo:
consid?ralo, que nada te cuesta.”
Dijo ella: “Soy de pocas pulgas, pero chingona,
y cuando me nace, tambi?n generosa.
Y pa’ probarles que soy buena onda,
les escucho, por ser raza piadosa.”
“Pero una cosa les digo,” advirti? La Parca,
“nom?s de listos no se quieran pasar.
Ya los tengo en bandeja de plata,
pero todavía se las puedo enchorar.”
“Una l?stima sería,” dijo Mu tras cavilar un rato,
“que por llevarnos a todos el changarro se clausurara.”
A Deiv se le prendi? el foco: “¿Por qu? no acordamos un trato?
El averno te lo hacemos casino, y le agregamos Korrosivo como antesala.”
“Has todos los cambios que quieras,”
acordaron un?nimes los Korrosivos.
“Nom?s no toques la galería de ‘Perritas’,
es el único parote que te pedimos.”
La Huesuda no vio inconveniente ni crey? que la quisieran enga?ar.
Acept?: “Me gusta como piensan: a esta alturas aún quieren lucrar.”
Corri? Red por pluma y papel y en joda redact? un contrato.
La Muerte enseguida firm?; ni siquiera lo deliber? un rato.
Mu, aliviado, brind? con su trago, “¡A webo, pinchi Flaquis!
Nosotros corremos el bisnez, y tú no worries, tú nom?s tranquis.”
Sacaba cuentas La Muerte:
“Considerando el gran volumen de muertos,
la propiedad se necesita ampliar.”
Despu?s le vino a la mente:
“Le pedir? a la tal Arch los números;
su sueldo la voy a hacer desquitar.”
Ya nadie carga solo una cruz a cuestas:
hoy día, todos ellos son socios.
Los muertitos y las apuestas
resultaron ser muy buen negocio.
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