He olvidado mi nombre.
Todo ser? posible menos llamarse Carlos.
¿Y d?nde habr? quedado?
¿En manos de qu? algo habr? quedado?
Estoy entre la noche desnudo como un ba?o
listo y que nadie usa por no ser el primero
en revolver el m?rmol de un agua tan estricta
que fuera uno a parar en estatua de aseo.
Al olvidar mi nombre siento comodidades
de lluvia en un paraje donde nunca ha llovido.
Una presencia lluvia con paisaje
y un profundo entonar el olvido.
¿Qu? har? mi nombre
en d?nde habr? quedado?
Siento que un territorio parecido a Tabasco
me lleva entre sus ríos inaugurando bosques,
unos bosques tan j?venes que da pena escucharlos
deletreando los nombres de los p?jaros.
Son ríos que se ba?an cuando lo anochecido
de todas las palabras siembra la confusi?n
y la desnudez del sue?o est? dormida
sobre los nombres íntimos de lo que fue una flor.
Y yo sin nombre y solo con mi cuerpo sin nombre
llam?ndole amarillo al azul y amarillo
a lo que nunca puede jam?s ser amarillo;
feliz, desconocido de todos los colores.
¿A qu? fruto sin ?rbol le habr? dado mi nombre
con este olvido lívido de tan feliz memoria?
En el Tabasco nuevo de un jaguar despertado
por los antiguos p?jaros que ense?aron al día
a ponerse la voz igual que una sortija
de frente y de canto.
Jaguar que est? en Tabasco y estrena desnudez
y se queda mirando los trajes de la selva,
con una gran penumbra de pereza y desd?n.
Por nacer en Tabasco cubro de cercanías
húmedas y vitales el olvido a mi nombre
y otra vez terrenal y nuevo paraíso
mi cuerpo bien herido toda mi sangre corre.
Correr y ya sin nombre y estrenando hojarasca
de siglos.
Correr feliz, feliz de no reconocerse
al invadir las islas de un viaje arena y tibio.
He perdido mi nombre.
¿En qu? jir?n de bosque habr? quedado?
¿Qu? coraz?n del río lo tendr? como un pez,
sano y salvo?
Me matar?n de hambre la aurora y el crepúsculo.
Un pan caliente —el Sol— me dar? al mediodía.
Yo era siete y setenta y ahora s?lo uno,
uno que vale uno de cerca y lejanía.
El bien ba?ado río todo desnudo y fuerte,
sin nombre de colores ni de cantos.
Defendido del Solo con la hoja de toh.
Todo ser? posible menos llamarme Carlos.
Carlos Pellicer
Todo ser? posible menos llamarse Carlos.
¿Y d?nde habr? quedado?
¿En manos de qu? algo habr? quedado?
Estoy entre la noche desnudo como un ba?o
listo y que nadie usa por no ser el primero
en revolver el m?rmol de un agua tan estricta
que fuera uno a parar en estatua de aseo.
Al olvidar mi nombre siento comodidades
de lluvia en un paraje donde nunca ha llovido.
Una presencia lluvia con paisaje
y un profundo entonar el olvido.
¿Qu? har? mi nombre
en d?nde habr? quedado?
Siento que un territorio parecido a Tabasco
me lleva entre sus ríos inaugurando bosques,
unos bosques tan j?venes que da pena escucharlos
deletreando los nombres de los p?jaros.
Son ríos que se ba?an cuando lo anochecido
de todas las palabras siembra la confusi?n
y la desnudez del sue?o est? dormida
sobre los nombres íntimos de lo que fue una flor.
Y yo sin nombre y solo con mi cuerpo sin nombre
llam?ndole amarillo al azul y amarillo
a lo que nunca puede jam?s ser amarillo;
feliz, desconocido de todos los colores.
¿A qu? fruto sin ?rbol le habr? dado mi nombre
con este olvido lívido de tan feliz memoria?
En el Tabasco nuevo de un jaguar despertado
por los antiguos p?jaros que ense?aron al día
a ponerse la voz igual que una sortija
de frente y de canto.
Jaguar que est? en Tabasco y estrena desnudez
y se queda mirando los trajes de la selva,
con una gran penumbra de pereza y desd?n.
Por nacer en Tabasco cubro de cercanías
húmedas y vitales el olvido a mi nombre
y otra vez terrenal y nuevo paraíso
mi cuerpo bien herido toda mi sangre corre.
Correr y ya sin nombre y estrenando hojarasca
de siglos.
Correr feliz, feliz de no reconocerse
al invadir las islas de un viaje arena y tibio.
He perdido mi nombre.
¿En qu? jir?n de bosque habr? quedado?
¿Qu? coraz?n del río lo tendr? como un pez,
sano y salvo?
Me matar?n de hambre la aurora y el crepúsculo.
Un pan caliente —el Sol— me dar? al mediodía.
Yo era siete y setenta y ahora s?lo uno,
uno que vale uno de cerca y lejanía.
El bien ba?ado río todo desnudo y fuerte,
sin nombre de colores ni de cantos.
Defendido del Solo con la hoja de toh.
Todo ser? posible menos llamarme Carlos.
Carlos Pellicer

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