un cuento para ni?os no tan grandes....
el rincon de la ara?a presenta:
UNA MUÑECA EXCLUSIVA
Por: Blog de grampus

Ana tenía una peque?a mu?eca de trapo a la que llamaba Perla. Era una mu?eca simple, incluso anodina, pues no había nada en ella que, a primera vista, llamara la atenci?n. A Ana no le gustaba nada aquella mu?eca, pero sus padres no tenían dinero parar comprarle otra, así que, muy a su pesar, tenía que jugar con Perla.
“La odio”, les decía a sus padres. “Es una mu?eca vulgar y aburrida.”
Perla se sentía muy infeliz cuando oía aquellas palabras, pero quería tanto a su due?a que siempre la perdonaba. Se decía a sí misma: ‘seguro que algún día Ana tambi?n me querr? a mi; s?lo tengo que esperar’.
Un día, Ana invit? a unas amigas a su casa y todas sacaron sus mu?ecas para jugar. Pero en cuanto vieron a Perla, las ni?as se echaron a reír.
“¡Qu? mu?eca tan fea!”, dijo una. “Tiene una cara sosísima, y no tiene vestidos de noche exclusivos, ni un peinado exclusivo, ni unos zapatos exclusivos.”
“Es súper normal”, dijo otra. “O sea, ¡es casi anti fashion!”
“Por el amor de Dior”, dijo la tercera mirando a Ana, “qu? horror tener una mu?eca que no es exclusiva, ¿no?”
Ana estaba terriblemente avergonzada. Veía las mu?ecas de sus amigas, todas con sus ropas exclusivas, sus rizos exclusivos y sus complementos exclusivos… y, mientras, ella tenía que conformarse con Perla.
Estaba harta, así que, aquella misma noche, Ana se meti? en la cama y esper? a que su madre acudiera a darle el beso de buenas noches para decirle:
“Mam?, ya no puedo m?s. Quiero que me compr?is una mu?eca nueva. Una que sea fashion y cool, como la de mis amigas. Una mu?eca exclusiva.”
La madre de Ana la vio tan decidida que tuvo que ceder:
“De acuerdo, hija, buscaremos una de esas mu?ecas que dices.”
Al oír aquello, Perla se sumi? en una tristeza de trapo. Se pas? toda la noche despierta pensando en qu? sería de ella cuando Ana tuviera una nueva mu?eca y se deshiciera de ella. Aunque Ana siempre la trataba con desprecio, Perla la adoraba. La quería con toda su felpa.
Y de pronto, cuando el reloj marc? las tres de la madrugada, Perla tuvo una idea.
Camin? hasta el escritorio de Ana y se encaram? al panel de corcho en el que la ni?a colgaba sus dibujos.
‘Si quiere una mu?eca exclusiva, tendr? una mu?eca exclusiva’, se dijo.
Arranc? del corcho cinco chinchetas y las us? para hacerse… ¡piercings! Piercings en los labios, en las dos orejas y en las dos cejas. Cuando termin?, baj? del escritorio y fue a mirarse al espejo del ropero. Estaba satisfecha. Su aspecto era ahora absolutamente fashion. Absolutamente exclusivo.
Perla se acost? de nuevo en la cama e imagin? lo que sucedería a la ma?ana siguiente cuando Ana la viese. ¡Una mu?eca con piercings!
‘Sin duda gritar? de emoci?n al ver lo exclusiva que soy ahora’, se dijo la mu?eca. ‘Y ya no pensar? en deshacerse de mi. Tal vez incluso empiece a quererme. ¡Oh, eso sería fant?stico!’
Pero lo que sucedi? a la ma?ana siguiente fue algo para lo que ni siquiera Perla estaba preparada. Ana se despert? y, al abrir los ojos, no vio a su mu?eca. Ni tampoco grit? de emoci?n. Porque Ana se había despertado muda, sorda de los dos oídos y ciega de los dos ojos.
Así fue como la ni?a descubri? que su mu?eca siempre había sido la m?s exclusiva del mundo, pues era nada menos que una mu?eca vudú. Y desde aquel día jam?s se separ? de ella. Es m?s, durante el resto de su vida trat? a Perla con sumo cari?o, mim?ndola como nadie había mimado nunca a una mu?eca, porque sabía lo que podría pasarle si Perla sufría algún da?o.
FIN
el rincon de la ara?a presenta:
UNA MUÑECA EXCLUSIVA
Por: Blog de grampus

Ana tenía una peque?a mu?eca de trapo a la que llamaba Perla. Era una mu?eca simple, incluso anodina, pues no había nada en ella que, a primera vista, llamara la atenci?n. A Ana no le gustaba nada aquella mu?eca, pero sus padres no tenían dinero parar comprarle otra, así que, muy a su pesar, tenía que jugar con Perla.
“La odio”, les decía a sus padres. “Es una mu?eca vulgar y aburrida.”
Perla se sentía muy infeliz cuando oía aquellas palabras, pero quería tanto a su due?a que siempre la perdonaba. Se decía a sí misma: ‘seguro que algún día Ana tambi?n me querr? a mi; s?lo tengo que esperar’.
Un día, Ana invit? a unas amigas a su casa y todas sacaron sus mu?ecas para jugar. Pero en cuanto vieron a Perla, las ni?as se echaron a reír.
“¡Qu? mu?eca tan fea!”, dijo una. “Tiene una cara sosísima, y no tiene vestidos de noche exclusivos, ni un peinado exclusivo, ni unos zapatos exclusivos.”
“Es súper normal”, dijo otra. “O sea, ¡es casi anti fashion!”
“Por el amor de Dior”, dijo la tercera mirando a Ana, “qu? horror tener una mu?eca que no es exclusiva, ¿no?”
Ana estaba terriblemente avergonzada. Veía las mu?ecas de sus amigas, todas con sus ropas exclusivas, sus rizos exclusivos y sus complementos exclusivos… y, mientras, ella tenía que conformarse con Perla.
Estaba harta, así que, aquella misma noche, Ana se meti? en la cama y esper? a que su madre acudiera a darle el beso de buenas noches para decirle:
“Mam?, ya no puedo m?s. Quiero que me compr?is una mu?eca nueva. Una que sea fashion y cool, como la de mis amigas. Una mu?eca exclusiva.”
La madre de Ana la vio tan decidida que tuvo que ceder:
“De acuerdo, hija, buscaremos una de esas mu?ecas que dices.”
Al oír aquello, Perla se sumi? en una tristeza de trapo. Se pas? toda la noche despierta pensando en qu? sería de ella cuando Ana tuviera una nueva mu?eca y se deshiciera de ella. Aunque Ana siempre la trataba con desprecio, Perla la adoraba. La quería con toda su felpa.
Y de pronto, cuando el reloj marc? las tres de la madrugada, Perla tuvo una idea.
Camin? hasta el escritorio de Ana y se encaram? al panel de corcho en el que la ni?a colgaba sus dibujos.
‘Si quiere una mu?eca exclusiva, tendr? una mu?eca exclusiva’, se dijo.
Arranc? del corcho cinco chinchetas y las us? para hacerse… ¡piercings! Piercings en los labios, en las dos orejas y en las dos cejas. Cuando termin?, baj? del escritorio y fue a mirarse al espejo del ropero. Estaba satisfecha. Su aspecto era ahora absolutamente fashion. Absolutamente exclusivo.
Perla se acost? de nuevo en la cama e imagin? lo que sucedería a la ma?ana siguiente cuando Ana la viese. ¡Una mu?eca con piercings!
‘Sin duda gritar? de emoci?n al ver lo exclusiva que soy ahora’, se dijo la mu?eca. ‘Y ya no pensar? en deshacerse de mi. Tal vez incluso empiece a quererme. ¡Oh, eso sería fant?stico!’
Pero lo que sucedi? a la ma?ana siguiente fue algo para lo que ni siquiera Perla estaba preparada. Ana se despert? y, al abrir los ojos, no vio a su mu?eca. Ni tampoco grit? de emoci?n. Porque Ana se había despertado muda, sorda de los dos oídos y ciega de los dos ojos.
Así fue como la ni?a descubri? que su mu?eca siempre había sido la m?s exclusiva del mundo, pues era nada menos que una mu?eca vudú. Y desde aquel día jam?s se separ? de ella. Es m?s, durante el resto de su vida trat? a Perla con sumo cari?o, mim?ndola como nadie había mimado nunca a una mu?eca, porque sabía lo que podría pasarle si Perla sufría algún da?o.
FIN
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