Había una vez dos brujas que vivían dentro de un cr?neo.Lucas, el due?o del cr?neo, cada ma?ana se miraba en el espejo sin sospechar que esos ojos de perro amarillo eran en realidad dos ventanas desde donde las brujas contemplaban el exterior. No sabía que dos viejas brujas pensaban sus pensamientos y so?aban sus sue?os. No sabía que dos viejas y terribles brujas lo habitaban.
Algunas veces, mientras Lucas trataba de dormir, las brujas invitaban a sus amigas y organizaban una fiestas: sacrificaban gallinas, encendían cigarros enormes y preparaban todo tipo de brebajes. Luego, ponían en el fon?grafo los viejos discos de Gardel y bailaban tango toda la noche entre pisotones y alaridos. Lucas, desesperado, daba vueltas y vueltas en su cama; maldiciendo las cuatro tasas de caf? que seguramente le habían espantado el sue?o.
Otras veces, las brujas entraban de puntitas a la cocina del cr?neo y abrían las desvencijadas puertas de la alacena. Con dedos largos y malignas intenciones, mezclaban las sustancias de los frascos donde Lucas guardaba sus recuerdos. Im?genes desordenadas aparecían entonces en la pantalla de su memoria: recordaba a su padre con la cara enjabonada y una navaja de afeitar en la mano, mirando sorprendido la orden de arresto que le mostraban los gendarmes; recordaba la madrugada de lluvia y hojarasca cuando ?l y su amigo Mateo encontraron el tesoro oculto en la cueva de los dinosaurios; recordaba los gestos y las manos heladas de sus hermanita María, muerta de leucemia a los siete a?os; recordaba el sabor de la sangre, y recordaba tambi?n a Berenice, la misteriosa mujer de verdes ojos y medias negras que hizo de su coraz?n un tololoche, arruin?ndolo para siempre.
Las brujas comían palomitas de maíz y se morían de risa al mirar los recuerdos de Lucas. De pronto, dos horribles dentaduras postizas se desencajaban de sus bocas abiertas y volaban por todo el cr?neo casta?eteando los dientes. Las brujas, asombradas, sacaban sus redes de cazar mariposas y trataban de atraparlas, estrellando a su paso algunos de los frascos. Cuando las dentaduras volvían a sus respectivos lugares, los recuerdos encharcaban los tapetes de la sala; y afuera, los ojos de Lucas se inundaban.
Fue un martes trece de abril cuando Lucas sufri? el delirium tremens. Eran las cuatro de la tarde y las brujas se aburrían. Ya habían zurcido sus calcetas y lavado los platos; ya habían leído todas las revistas y resuelto los crucigramas; durante horas habían jugado al ajedrez y al final se habían comido el tablero con todo y piezas. Buscando en qu? entretenerse fueron a dar a la biblioteca del cr?neo. Entre tratados de alquimia y libros de ocultismo encontraron el peque?o Larousse; lo desempolvaron, lo abrieron al azar y de sus p?ginas arrancaron a la palabra ESDRÚJULA, que se retorci? asustada entre sus dedos. Las brujas se miraron, divertidas y siguieron arrancando palabras esdrújulas del diccionario: las palabras ESPANTAPÁJAROS, MURCIÉLAGO, CÁNTARO, BOLÍGRAFO, MATEMÁTICAS, ETCÉTERA. Cuando habían juntado las suficientes, las clavaron entre sí y construyeron una escalera; luego enrollaron el tapete y con un serrucho oxidado cortaron las tablas del piso; se asomaron por el oscuro agujero y decidieron bajar a conocer el coraz?n de Lucas. Con su larga escalera de palabras esdrújulas y sus cascos anaranjados de explorar minas, comenzaron a descender poco a poco. Lucas revolvía el caj?n de su bur? buscando las pastillas para el dolor de garganta; de pronto sinti? un fuerte golpe en el pecho y perdi? el conocimiento; en esos instantes, las brujas acababan de abrir las puertas met?licas de su coraz?n...
Algunas veces, mientras Lucas trataba de dormir, las brujas invitaban a sus amigas y organizaban una fiestas: sacrificaban gallinas, encendían cigarros enormes y preparaban todo tipo de brebajes. Luego, ponían en el fon?grafo los viejos discos de Gardel y bailaban tango toda la noche entre pisotones y alaridos. Lucas, desesperado, daba vueltas y vueltas en su cama; maldiciendo las cuatro tasas de caf? que seguramente le habían espantado el sue?o.
Otras veces, las brujas entraban de puntitas a la cocina del cr?neo y abrían las desvencijadas puertas de la alacena. Con dedos largos y malignas intenciones, mezclaban las sustancias de los frascos donde Lucas guardaba sus recuerdos. Im?genes desordenadas aparecían entonces en la pantalla de su memoria: recordaba a su padre con la cara enjabonada y una navaja de afeitar en la mano, mirando sorprendido la orden de arresto que le mostraban los gendarmes; recordaba la madrugada de lluvia y hojarasca cuando ?l y su amigo Mateo encontraron el tesoro oculto en la cueva de los dinosaurios; recordaba los gestos y las manos heladas de sus hermanita María, muerta de leucemia a los siete a?os; recordaba el sabor de la sangre, y recordaba tambi?n a Berenice, la misteriosa mujer de verdes ojos y medias negras que hizo de su coraz?n un tololoche, arruin?ndolo para siempre.
Las brujas comían palomitas de maíz y se morían de risa al mirar los recuerdos de Lucas. De pronto, dos horribles dentaduras postizas se desencajaban de sus bocas abiertas y volaban por todo el cr?neo casta?eteando los dientes. Las brujas, asombradas, sacaban sus redes de cazar mariposas y trataban de atraparlas, estrellando a su paso algunos de los frascos. Cuando las dentaduras volvían a sus respectivos lugares, los recuerdos encharcaban los tapetes de la sala; y afuera, los ojos de Lucas se inundaban.
Fue un martes trece de abril cuando Lucas sufri? el delirium tremens. Eran las cuatro de la tarde y las brujas se aburrían. Ya habían zurcido sus calcetas y lavado los platos; ya habían leído todas las revistas y resuelto los crucigramas; durante horas habían jugado al ajedrez y al final se habían comido el tablero con todo y piezas. Buscando en qu? entretenerse fueron a dar a la biblioteca del cr?neo. Entre tratados de alquimia y libros de ocultismo encontraron el peque?o Larousse; lo desempolvaron, lo abrieron al azar y de sus p?ginas arrancaron a la palabra ESDRÚJULA, que se retorci? asustada entre sus dedos. Las brujas se miraron, divertidas y siguieron arrancando palabras esdrújulas del diccionario: las palabras ESPANTAPÁJAROS, MURCIÉLAGO, CÁNTARO, BOLÍGRAFO, MATEMÁTICAS, ETCÉTERA. Cuando habían juntado las suficientes, las clavaron entre sí y construyeron una escalera; luego enrollaron el tapete y con un serrucho oxidado cortaron las tablas del piso; se asomaron por el oscuro agujero y decidieron bajar a conocer el coraz?n de Lucas. Con su larga escalera de palabras esdrújulas y sus cascos anaranjados de explorar minas, comenzaron a descender poco a poco. Lucas revolvía el caj?n de su bur? buscando las pastillas para el dolor de garganta; de pronto sinti? un fuerte golpe en el pecho y perdi? el conocimiento; en esos instantes, las brujas acababan de abrir las puertas met?licas de su coraz?n...
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