La princesa estaba triste. Había sido hechizada por una bruja envidiosa, por ser demasiado linda. Y desde entonces pasaba todo el tiempo, sentada en una piedra azul a orillas de un tranquilo lago, sin poderse mover.
A su alrededor, cincuenta jardineros trabajaban cuidando montones de flores hermosas, para reconfortarla. En el tranquilo lago enfrente de ella, el rey mand? poner una familia de cisnes y una manada de patitos. Pero la princesa seguía con la mirada fija, los ojitos tristes.
Mientras la dama de honor la abanicaba con delicadeza y una cortesana le leía un cuento sobre castillos, cincuenta doncellas sostenían, su pelo largo, larguísimo, para que no tocara el suelo, y la peinaba cada una, con un peinecito dorado.
Un dia, un príncipe lejano, detuvo su caballo blanco, ante tan impresionante escena. Se sent? junto a la princesa, y le cont? como al pasar mir? a una muchacha hermosa seguida de lo que creía era un río de luz. Se sonrojaron, y al mirarse a los ojos, cada uno vi? algo m?s hermoso aun que un jardín con todas las flores del mundo y un lago lleno de cisnes. Lo m?gico era que sabían lo que el otro pensaba, sin decir palabras.
Y así, sin nadie esperarlo. El principe sac? su espada.. y de un zaz! le cort? el pelo a la princesa, dej?ndoselo eso si, a la altura de la espalda para que se viera bellísima aún. Y sin dar m?s explicaciones a las doncellas que aun seguían peinando su cabello, la princesa se levant? como si hubiese esperado ese momento toda una vida.
Y ante el asombro de todos los presentes, caminaron de la mano, con toda la confianza que da el amor, hasta el caballo del príncipe. Y se fueron cabalgando a trote lento, mientras todos seguían aún, con la boca abierta de asombro...
porque las cosas de la vida, no son como en un cuento de hadas
A su alrededor, cincuenta jardineros trabajaban cuidando montones de flores hermosas, para reconfortarla. En el tranquilo lago enfrente de ella, el rey mand? poner una familia de cisnes y una manada de patitos. Pero la princesa seguía con la mirada fija, los ojitos tristes.
Mientras la dama de honor la abanicaba con delicadeza y una cortesana le leía un cuento sobre castillos, cincuenta doncellas sostenían, su pelo largo, larguísimo, para que no tocara el suelo, y la peinaba cada una, con un peinecito dorado.
Un dia, un príncipe lejano, detuvo su caballo blanco, ante tan impresionante escena. Se sent? junto a la princesa, y le cont? como al pasar mir? a una muchacha hermosa seguida de lo que creía era un río de luz. Se sonrojaron, y al mirarse a los ojos, cada uno vi? algo m?s hermoso aun que un jardín con todas las flores del mundo y un lago lleno de cisnes. Lo m?gico era que sabían lo que el otro pensaba, sin decir palabras.
Y así, sin nadie esperarlo. El principe sac? su espada.. y de un zaz! le cort? el pelo a la princesa, dej?ndoselo eso si, a la altura de la espalda para que se viera bellísima aún. Y sin dar m?s explicaciones a las doncellas que aun seguían peinando su cabello, la princesa se levant? como si hubiese esperado ese momento toda una vida.
Y ante el asombro de todos los presentes, caminaron de la mano, con toda la confianza que da el amor, hasta el caballo del príncipe. Y se fueron cabalgando a trote lento, mientras todos seguían aún, con la boca abierta de asombro...
porque las cosas de la vida, no son como en un cuento de hadas
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