Entonces supo que todo había pasado. Con su mano limpi? el sudor frío que le escurría por el rostro. Su respiraci?n se comenzaba a normalizar. No tenía nada que temer, ahora el miedo era solamente un mal recuerdo en su mente. La sensaci?n de malestar se alejaba con velocidad de su cuerpo y le permitía moverse normalmente. Una sonrisa se dibuj? en su boca dejando ver la pulcra limpieza de sus dientes, estaba orgullosa de ellos. Sonreía a la menor provocaci?n para que el brillo de ?stos causara el efecto deseado: dejar lo suficientemente impresionado al que la viera como para no encontrar resistencia a sus encantos. Esa noche, sin embargo, estuvo muy cerca de convertirse en la víctima.
El recuerdo le nubl? la vista y un escalofrío recorri? su espina dorsal. Sinti? frío. En su mente dibuj? lo que acababa de suceder; el chico guapo, seguramente de buena familia, con un extraordinario auto deportivo, se había acercado a ella con intenciones que iban m?s all? de simplemente invitarle una copa. Ella lo sabía, lo oli? en el ambiente. Si el tipo quería algo m?s le iba a costar. Tal vez no mucho, todo dependía del valor que le otorgara a las cosas. No todos tenemos las mismas prioridades. Despu?s de dos martini, ella estaba lista, sabía qu? hacer. El chico la invit? a "un lugar m?s íntimo". Ella sonri? coqueta y s?lo pidi? el tiempo necesario para ir al ba?o. Él enseguida pidi? la cuenta.
Afuera, el motor del auto rugía virilmente, como si el conductor le transmitiera sus pensamientos. Ella jugueteaba con el l?bulo de la oreja de su guía, esparcía su respiraci?n c?lida por el cuello y los hombros. Entonces sucedi?. Bruscamente, el auto se fren?. Pudo ver por el retrovisor c?mo las pupilas de su acompa?ante se contraían en una mueca entre asombro, sospecha o ansiedad. Nunca pudo saber qu? era lo que sinti? en ese momento. Sabía que tenía que correr con la suficiente velocidad como para impedir que algo irremediablemente sucediera. La distancia era cada vez m?s corta, sinti? el aire nocturno, frío, golpear su rostro. Despu?s, una cortina roja cubri? sus ojos.
Estaba ahí, respiraba con dificultad pero a salvo. el tipo corri? veloz, pero no lo suficiente.
Por un momento ella crey? que se podría escapar, pero, cuando calcul? la distancia correcta, de sus manos salieron los golpes certeros y mortales. Ahí estaba respirando tranquilamente a sabiendas de que el cuerpo que aún se movía a sus pies no podría ya escapar. El miedo de tener que esperar una nueva presa hasta la siguiente noche había desaparecido. El chico gemía pero sus movimientos eran cada vez m?s d?biles. La calle estaba desierta. Con cuidado, lentamente, ella lo levant? del suelo con facilidad y lo arrastr? hasta la oscuridad del parque. Una vez ahí, lo despoj? de la ropa y, con un mordisco certero en el abdomen, comenz? tranquilamente a devorarlo.
E.MORA
ESTO ME AGRADA....
HE DICHO
El recuerdo le nubl? la vista y un escalofrío recorri? su espina dorsal. Sinti? frío. En su mente dibuj? lo que acababa de suceder; el chico guapo, seguramente de buena familia, con un extraordinario auto deportivo, se había acercado a ella con intenciones que iban m?s all? de simplemente invitarle una copa. Ella lo sabía, lo oli? en el ambiente. Si el tipo quería algo m?s le iba a costar. Tal vez no mucho, todo dependía del valor que le otorgara a las cosas. No todos tenemos las mismas prioridades. Despu?s de dos martini, ella estaba lista, sabía qu? hacer. El chico la invit? a "un lugar m?s íntimo". Ella sonri? coqueta y s?lo pidi? el tiempo necesario para ir al ba?o. Él enseguida pidi? la cuenta.
Afuera, el motor del auto rugía virilmente, como si el conductor le transmitiera sus pensamientos. Ella jugueteaba con el l?bulo de la oreja de su guía, esparcía su respiraci?n c?lida por el cuello y los hombros. Entonces sucedi?. Bruscamente, el auto se fren?. Pudo ver por el retrovisor c?mo las pupilas de su acompa?ante se contraían en una mueca entre asombro, sospecha o ansiedad. Nunca pudo saber qu? era lo que sinti? en ese momento. Sabía que tenía que correr con la suficiente velocidad como para impedir que algo irremediablemente sucediera. La distancia era cada vez m?s corta, sinti? el aire nocturno, frío, golpear su rostro. Despu?s, una cortina roja cubri? sus ojos.
Estaba ahí, respiraba con dificultad pero a salvo. el tipo corri? veloz, pero no lo suficiente.
Por un momento ella crey? que se podría escapar, pero, cuando calcul? la distancia correcta, de sus manos salieron los golpes certeros y mortales. Ahí estaba respirando tranquilamente a sabiendas de que el cuerpo que aún se movía a sus pies no podría ya escapar. El miedo de tener que esperar una nueva presa hasta la siguiente noche había desaparecido. El chico gemía pero sus movimientos eran cada vez m?s d?biles. La calle estaba desierta. Con cuidado, lentamente, ella lo levant? del suelo con facilidad y lo arrastr? hasta la oscuridad del parque. Una vez ahí, lo despoj? de la ropa y, con un mordisco certero en el abdomen, comenz? tranquilamente a devorarlo.
E.MORA
ESTO ME AGRADA....
HE DICHO

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