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  • como sapo

    PACO REGO

    «El aeropuerto estaba a oscuras, lleno de gente que se movía como sombras. Yo miraba sin ver y escuchaba sin oír. ¡Y a mí qu? me importaba! Yo s?lo deseaba que aquel avi?n llegara cuanto antes a Los Angles. Alguien que iba sentado a mi lado, quiz?s mi marido, me dijo: 'No te preocupes, la ni?a ya est? dentro'.Cu?ntas veces, Dios mío, habíamos volado juntas camino de Australia, ella dormida durante horas sobre mi hombro... Y yo pensaba, como un loco so?ador de quimeras, que aquel viaje sería igual. Que volaba con ella acurrucada a mi lado».


    A Eulalia Castillejo, madre, t?cnica sanitaria y directora de una cadena de hoteles, se le rompe la voz. Aún tiene fresco aquel 19 de agosto de hace ocho a?os en que sali? del aeropuerto de Palma de Mallorca con su hija muerta en la bodega del avi?n.Cristina, su «ni?a de las fantasías risue?as», acababa de cumplir 21 a?os. Horas antes, una dolencia cardíaca, mal diagnosticada en la infancia, según la madre, había truncado su vida en la recepci?n del hotel en el que trabajaba, propiedad de la familia, la misma que acababa de decidir que no habría sepultura para Cristina, ni horno crematorio. «En mi noche de difuntos aún no doblan las campanas», pensaba Eulalia.

    Decidida a salvarla de la misma muerte, su madre le eligi? un destino de casi ciencia ficci?n: la criogenizaci?n. «Se?or, dame el camino que me has prometido, sabes muy bien que no puedo meterla en una tumba», recuerda Eulalia que se decía en voz baja. El cuerpo de la joven, desde entonces, espera el milagro de la resurrecci?n por la ciencia venidera en un dep?sito de acero inoxidable enfriado con nitr?geno en uno de los dos grandes cementerios helados que vienen funcionando en Estados Unidos. Cristina Comos Castillejo fue la primera espa?ola criogenizada. Despu?s, hace a?o y medio, su abuela, de 98 a?os al morir, sigui? el mismo camino hasta el laboratorio de Scottsdale, en Arizona.

    Joven y anciana estaban haciendo historia. De la leyenda del hibernado Walt Disney a la realidad de dos cuerpos espa?oles inyectados con anticongelantes (protectores de las c?lulas) que, suspendidos boca abajo en una nube de nitr?geno, esperan el momento en que los avances m?dicos puedan curar los males que les mataron y que con sus historias se escriba un nuevo capítulo de L?zaro en la biblia m?s futurista de la ciencia.

    El de la pionera Lali con su hija reci?n muerta fue una travesía del luto a la esperanza. El viaje inici?tico de los seguidores en Espa?a de las teorías del físico estadounidense Robert C.W. Ettinger (ya en 1964 public? el libro Perspectivas de Inmortalidad, pr?logo del nacimiento un a?o despu?s de la primera empresa mundial dedicada a la congelaci?n de cuerpos humanos, hoy Cryonics).

    «Tener criogenizada a mi hija me ha devuelto la vida», confiesa a CRONICA la primera espa?ola que decidi? apostar con los suyos por la hipotermia profunda y su promesa de eternidad. Ella y su marido, Ram?n, dieron el paso que un centenar de espa?oles tienen ya en mente. Son cuentas de la Sociedad Espa?ola de Criogenizaci?n, fundada en marzo de 1998 (casi tres despu?s del viaje de Lali con su hija a EEUU) por el doctor Luis Mingorance y ahora presidida por el empresario madrile?o Andr?s Albarr?n. Lali y Ram?n son dos de los 20 socios. Y mucho m?s: el referente inexcusable para todo aquel que quiera conocer lo que es la criogenizaci?n como consuelo y esperanza futura ante la muerte de un ser querido.

    O de la propia. Ellos mismos, que se han construido un chal? a tres kil?metros del cementerio helado de Alcor en el desierto de Arizona donde descansan hija y abuela, ya tienen decidido que llegado el momento de su muerte terminar?n tambi?n en una c?psula de acero de dos metros de di?metro por dos de alto enfriada a 196 grados bajo cero.

    Bajar la temperatura del cuerpo hasta ese cero absoluto que marca la hipotermia profunda es, a juicio de los científicos, el principio para lograr algún día el ansiado sue?o de una vida sin muerte.Las c?lulas del cuerpo entran en una especie de letargo, su metabolismo se paraliza totalmente y el proceso de descomposici?n, irreversible y acelerado, se desactiva autom?ticamente. Cinco minutos, no m?s, es el tiempo de que se dispone, explica el doctor Mingorance, para preparar al finado con vista a su futura reanimaci?n.


    ANTICONGELANTE EN VENA


    «Lo primero que se hace», resume el experto, «es inyectar en la sangre del fallecido un compuesto que llamamos crioprotector, un anticongelante para que las c?lulas y los líquidos corporales no cristalicen y se destruyan. Luego un respirador y un coraz?n artificial, de manera que el organismo, aunque est? clínicamente muerto, siga recibiendo oxígeno. A continuaci?n, se le va bajando la temperatura mediante una unidad de frío hasta alcanzar, en un primer momento, los 30 grados bajo cero. Hecho esto, se viste el cuerpo con una bolsa de pl?stico especial, para evitar que la piel no se queme por el frío, y se introduce en una c?psula de acero, parecida a un gigantesco termo, llena de nitr?geno líquido. En ese ambiente la persona puede permanecer sin alteraci?n alguna durante miles de a?os».

    A Cristina no le dieron esos cinco minutos de gracia que dividen la frontera entre la muerte eterna y la resurrecci?n física que auguran los criogenistas. Nada m?s fallecer, y pese a las influencias de la familia, que intent? trasladarla a casa desde el hotel donde trabajaba y le sorprendi? la muerte, no hubo forma humana que cambiara el destino. Siguiendo a rajatabla la ley espa?ola, la joven fue llevada directamente al tanatorio mallorquín y, tras la autopsia, metida en una c?mara frigorífica. Dentro de lo malo, pens? Eulalia, estar en un lugar frío era de momento imprescindible para la posterior criogenizaci?n de su hija.

    La conmovedora historia de amor materno ya tiene forma de libro.Lo ha escrito la propia Eulalia y ahora est? a la espera de encontrar un editor osado que se lo lleve a la imprenta.

    «Aquel día, en mi casa, la gente iba y venia como en una boda.Hubo incluso quien me ofreci? una tumba para Cristina. No recuerdo qui?n era. S?lo s? que estaba llena de rabia y que aquella oferta, que tanto da?o me caus?, me hizo reaccionar. Me dije a mí misma: yo encontrar? un lugar para ti que no sea la tierra», habla Eulalia.En La decisi?n irrevocable, uno de los capítulos de La ciencia dice no a la muerte, la directora general de Hoteles Freixenet lo cuenta de otra manera. «En medio de aquella tragedia, en medio aquella locura incontrolable, se encendi? una luz de esperanza que ilumin? nuestros malheridos corazones. ¡La podríamos criogenizar!...Sí, la criogenizaremos (...) Eulalia recordaba haber leído alguna vez que se congelaba a las personas muertas para luego reanimarlas.«Desde ese momento hasta que encontramos la Fundaci?n Criog?nica Alcor pasaron muchas horas al lado del tel?fono en las que se nos olvid? por completo comer o dormir... Al primer sitio que llamamos fue a Aquisgran en Alemania, nos habían dicho que era el hospital m?s grande y moderno del mundo, la meca de la medicina...».

    El camino fue largo, de horas interminables contra el crono de la muerte. Finalmente, un amigo en la clínica Mayo de Minesota (EEUU), el doctor Fisher, pat?logo, les conduciría hasta las puertas de Alcor. Y hasta allí, superadas en Espa?a las trabas burocr?ticas y en suelo americano el handicap de que ellos no eran entonces socios de la empresa de criogenizaci?n, llevaron en ataúd a su hija.

    El dolor y las incertidumbres fueron tambi?n sus compa?eros de viaje. «Todas las personas llevaban batas blancas y gorros como los cirujanos, en sus caras había una sonrisa que quería ser amable. Salvo el director [Carlos Mondrag?n, estadounidense de origen hispano] nadie hablaba espa?ol. Yo todo lo seguía viendo negro, qu? triste me pareci? Alcor. Olía a cloroformo (...) Hasta una criogenista ahora amiga, Brenda Peters, joven y hermosa, aquel día me pareci? una bruja escapada de algún aquelarre. Tal era mi estado de ?nimo que volví a desear volar y poner a Cristina sobre mis alas (...) So?? que tenía que volar con ella a algún sitio que no fuera la tumba y el sue?o fue cumplido. Había llegado el final del trayecto, allí estaba su destino y el mío, la esperanza en Dios y en los hombres. Y ese día mi alma quiso dejar de ser rebelde».

    Un coche Cadillac y una ambulancia equipada con un sistema para producir frío esperaban a la familia Castillejo a pie de avi?n en el aeropuerto de Los Angeles. «Antes de congelarla, nos dijo el director de Alcor, se escanear? el cuerpo de Cristina para saber si merece o no la pena criogenizarla», cuenta Eulalia dejando escapar un suspiro de alivio. El chequeo, según le contaron, fue satisfactorio. Ningún ?rgano vital para el futuro estaba da?ado irreversiblemente, y eso que en Palma le habían practicado una autopsia.

    Desde que la joven Cristina fue congelada en Alcor, los Castillejo viven a caballo entre Espa?a y Am?rica. Y no s?lo por los negocios de hostería que han emprendido por aquellas tierras. Lo que de verdad les une al país es el poder estar lo m?s cerca posible de su hija y de la abuela. Y con ese prop?sito se construyeron una mansi?n muy cerca del lugar donde ya tienen decidido que morar? en espera de la resurrecci?n toda la familia (incluida la propia Eulalia, su marido, Ram?n, y el hijo de ambos, David).


    MUDANZA A ALCOR


    La idea es estar a las puertas de Alcor cuando les llegue la hora de la verdad y que no se repita la embarazosa situaci?n que vivieron con el traslado de Cristina desde Espa?a, país que no tiene permitida la criogenizaci?n (s?lo se autoriza el enterramiento o la incineraci?n), hasta el desierto de EEUU. En realidad, ellos han abierto toda una corriente migratoria.

    El propio presidente de la Asociaci?n Espa?ola de Criogenizaci?n (SEC), Andr?s Albarr?n, ya planea, a sus 70 a?os, mudarse a un apartamento en los aleda?os del cementerio helado. «Soy cat?lico pero hay algo que me hace desconfiar de la religi?n cuando dice que vamos a resucitar. Han pasado miles y miles de a?os y aquí nadie ha vuelto para contarlo ni ha visto a Dios. Yo, con s?lo saber que existe una posibilidad, aunque sea remota, de que un día la ciencia pueda descongelar mi cuerpo y volverme a la vida, ya me conformo. Y eso es m?s seguro que si te entierran y te pudres», se justifica Albarr?n.

    Otros asociados est?n pendientes de una urbanizaci?n que proyecta Alcor para sus socios a poca distancia del particular recinto, creado en 1972 por los fundadores, el matrimonio Fred y Linda Chamberlain. Y aún hay m?s: desde la SEC se est? negociando ya con compa?ías de vuelos privados, como Gestair, para que en algunos de sus aviones puedan ir conectados los aparatos m?dicos necesarios que garanticen el traslado de personas en estado terminal, y quieran ser criogenizadas fuera de Espa?a. Tambi?n se est? hablando con aseguradoras espa?olas para la formalizaci?n de p?lizas que incluyan los cuantiosos gastos de la criogenizaci?n. Los precios oscilan entre 100.000 y 120.000 euros que cobra Alcor, y los alrededor de 30.000 de Cryonics.

    Ni el dinero ni el Dios cristiano en el que tanto cree Eulalia fueron obst?culos, a la muerte de su hija, para improvisar entonces sus prop?sitos de eternidad. «Luchar por la vida», tiene tambi?n escrito en su voluminoso libro-diario, «creo que es el número uno de las dignidades. Morir es lo m?s estúpido que tiene la humanidad, hasta Jesús la rechaz? resucitando [?l mismo y antes lo hizo con L?zaro], ?se es el ejemplo m?s grandioso que ?l nos pudo dar. Porque ?l no ide? sino una vida de mensaje: aprended lo que os he ense?ado».


    DÉCADAS DE HIBERNACION


    Según se fue informando poco a poco Eulalia, la criogenizaci?n tiene seguidores en todo el mundo y desde hace d?cadas. Hasta el mismísimo Isaac Asimov, reputado autor de ciencia-ficci?n, fue furibundo seguidor, por m?s que al final de sus días eligiera un entierro como el común de los mortales. Hoy, 150 personas de distintas nacionalidades (100 en Alcor, y 50 en Cryonics, ambas en EEUU) reposan congeladas en las dos únicas empresas de criogenizaci?n que en la actualidad funcionan en Occidente.[Los datos de Rusia no se conocen, aunque ninguno de los científicos consultados pone en duda la existencia de pacientes, clínicamente muertos, hibernados para ser descongelados cuando la biomedicina pueda devolverles la salud].

    La fe ciega de Eulalia en la hibernaci?n profunda -«es un deseo firme en mí y tengo certeza de que se conseguir?»- va m?s all? de lo que hasta ahora puede ofrecer la ciencia. Hace ya tiempo que se congelan espermatozoides, ?vulos, piel y otros tejidos para su uso, pasados los a?os. Incluso se enfría durante la operaci?n a los pacientes que van a ser trasplantados. Sin embargo, ni los investigadores m?s optimistas, como el doctor Luis Mingorance, que lleva m?s de 30 a?os estudiando la criogenizaci?n y hasta ensay?ndola con ranas, se atreven a pronosticar un desenlace feliz. Al menos a medio plazo. Se basa en que los crioprotectores todavía est?n en desarrollo, lo que a su juicio «no garantiza, de momento, la resucitaci?n de la persona a temperaturas inferiores a -50 grados».

    ¿Vale la pena preservar los cuerpos si van a llegar en malas condiciones? ¿Contaremos algún día con la tecnología necesaria para devolverles la vida?

    A fecha de hoy, la esperanza sigue estando en lo que ofreci? Eric Drexler, el patriarca de la nanotecnología, en su libro M?quinas de creaci?n (1987). Propone el uso de robots del tama?o de una mol?cula. En lugar de descongelar el cuerpo, se inyectar?n reducidos ej?rcitos de m?quinas diminutas que restaurar?n una a una las c?lulas da?adas y que actualmente no podemos curar.Despu?s sobrevendría el milagro.


    «SOLO DESEO MATAR A LA MUERTE»


    El libro-testimonio en el que Eulalia explica c?mo decidi? luchar contra la muerte de su hija

    Era agosto, y las cinco de la tarde. El tel?fono son? con insistencia.Y una voz angustiada y entrecortada salía de ?l: «Vengan, vengan, corran, Cristina no respira».

    En aquel mismo momento se par? mi coraz?n de madre amantísima ¡No! No es justo, ella acababa de cumplir veintiún a?os. Subía yo las escaleras del hotel como una loca a la que se le par? de golpe la cordura. «¡Se?ora!», me grit? un hombre, «¿es usted la madre de la joven?». «Sí», dije yo, no s? por qu?. «Lo siento», dijo ?l, «ya no se puede hacer nada».

    ¡Veintiún a?os! henchida de deseos sin límites, de pensamientos puros, de fantasías risue?as, de juventud, de belleza sin nombre, de esperanza, de amor y vida eterna.

    Empuj? la puerta, y aún no s? qu? pas? por mí. La gente iba y venía como en una boda. ¡Dios mío, Dios mío, pobrecita! ¡Hip?critas!

    Yo encontrar? un camino para ti, querida mía, que no sea el de la tumba.

    Yo tengo ahora un deseo irrevocable, matar a la muerte. Una idea que aguijonea mi imaginaci?n y emponzo?a mis sentimientos de bondad. C?mo me gustaría gritarle, «¡Eh! cuidado, aborto del infierno, vamos a soltar los perros, las trompetas est?n reuniendo a los cazadores, y manadas de lobos afilan sus dientes contra ti, maldita asquerosa».

    Est?bamos deshechos y furiosos, pero con un rayo de poder en nuestro ser que nos empuj? y nos empuj? oblig?ndonos a una huida hacia adelante, hacia algo m?s que una tumba, hacia la liberaci?n...

    El aeropuerto estaba a oscuras, y la gente se movía como sombras, yo miraba sin ver y escuchaba sin oír. S?lo deseaba que el avi?n llegara a Los Angeles.

    «No te preocupes», dijo alguien a mi lado, «ella ya est? dentro del avi?n».

    Cu?ntas veces hemos viajado juntas, querida mía, y recordaba nuestros viajes a Australia tan cercanos, dormida horas y horas sobre mi hombro, y pensaba yo como un loco so?ador de quimeras, este viaje ser? igual, tú dormir?s todo el trayecto sobre mi hombro ni?a adorada.

    Estoy cierta que los cuatro camin?bamos hacia el avi?n como zombis, cada uno sumido en la medida de su dolor.

    Queríamos en el último momento pensar en lo que debía estar correcto el día anterior.

    Todo me parecía diferente, hasta me pareci? que era la primera vez que ponía el pie en un avi?n.

    Reclin? mi cabeza dolida en el respaldo de mi asiento y pronto mis hinchados ojos me exigieron dormir, de verdad que estaba exhausta, así que bebí mi dolor y fingí otras realidades.

    Cuando despert? siguieron pasando escenas en mi mente que yo no podía detener. Ahora veía c?mo mi familia luchaba con la burocracia para arreglar todo lo necesario y transportarla a California.C?mo hablamos una, y otra, y otra vez con la Fundaci?n Americana Alcor. C?mo nos ayudaron a prepararla en un transporte especial y condiciones especiales bajo la direcci?n de Alcor, la fundaci?n criog?nica.

    El avi?n seguía su camino y yo había perdido completamente la noci?n de las horas. Todos teníamos los ojos cerrados y la cabeza reclinada en el asiento, mir? un instante sus caras p?lidas y ojerosas, me dieron pena y me di pena, ¡qu? deshechos est?bamos!

    Enseguida volví al lado de Cristina, yo le acariciaba sus cabellos de oro para que no sintiera miedo. Querida estoy aquí a tu lado, no pases ningún temor. Él est? con nosotros, tienes que cumplir un destino y has de ser valiente. Acu?rdate cuando yo te hablaba de Jesús. Él tambi?n tuvo miedo en la cruz, su parte humana tuvo miedo, por eso pidi? a su Padre: «Padre mío, si he de beber este c?liz que no se haga mi voluntad sino la tuya». Él fue valiente y acept? su destino, yo s? lo valiente que tú eres, pero no olvides el mensaje que dej? a la humanidad, aprended a resucitar si ten?is que morir, nos dijo con ese gesto de amor, y así ?l resucit? como ejemplo a la humanidad. Así no olvides nunca cari?o mío, que lo maravilloso de dormir es despertar.

    Qu? feo me pareci? el aeropuerto de Los Angeles. Hicimos cola para una cosa u otra. ¡Qu? pesado era todo!

    «¿Por d?nde saldr? Cristina?», pregunt? con un hilo de voz.

    «No s?, no s?», contest? alguien.

    Yo seguí preguntando sin hacer caso a la respuesta: «La estar?n esperando, ¿verdad?».

    «Segurísimo que sí».

    Había una rampa que subir a la salida, y gente apoyada en una baranda al otro lado que miraba fijamente a los pasajeros esperando encontrar al suyo.

    «¡Mira!», dijo alguien de mi familia, ahí est?, Alcor, yo alc? mis ojos al punto se?alado y vi una pancarta que decía Alcor, y detr?s de ella un rostro delgado de un tipo alto y serio.

    Un coche nos estaba esperando. El tipo delgado dijo: «Vendr?n conmigo». «Y Cristina», dije yo, «¿con qui?n va?».

    «Ella va en una ambulancia especial equipada con todos los elementos fríos que ella necesita», contest?. Y sigui? hablando ininterrumpidamente, «Soy Carlos Mondrag?n, director de Alcor, vamos a recorrer unos 65 km. Hasta Riverside, que es donde est? la Fundaci?n».

    Me pareci? que el coche se par? en seco. Alguien dijo: «Hemos llegado».

    Había anochecido, y alguien nos invitaba a entrar. Nos encontr?bamos en una recepci?n cuadrada y peque?a.

    Todas las personas llevaban batas blancas y gorros como los cirujanos, en sus caras había una sonrisa que quería ser amable. Salvo el director nadie hablaba espa?ol, así que sus sonrisas fueron sus mejores palabras y sus apretones de manos su mayor calor afectivo.Yo todo lo seguía viendo negro, no comprendo ahora c?mo se pueden distorsionar tanto las cosas según tu estado anímico, qu? triste me pareci? Alcor. Olía a cloroformo.

    Qu? rara me pareci? toda la gente y qu? extra?o era todo, hasta una criogenista ahora amiga, Brenda Peters, joven y hermosa, aquel día me pareci? una bruja escapada de algún aquelarre.

    Carlos Mondrag?n nos explicaba que muy temprano por la ma?ana llegaría un esc?ner de San Francisco que escanearía todo el cuerpo de Cristina.

    «Lo principal», decía ?l, «es que parte de sus c?lulas est?n vivas, y no se preocupen de la autopsia que le hicieron, es posible que esto le haya hecho mucho da?o, pero la ingeniería molecular, la nanotecnología del futuro podr? repararlo»...

    Nuestra vida ha cambiado en todo o casi todo, nuestro modo de vivir es diferente.

    Ahora compartimos nuestro tiempo entre Espa?a y Am?rica. En Espa?a no podemos dejar de estar porque tenemos los negocios y a Am?rica no podemos dejar de ir porque nos sentimos reconfortados con su proximidad.

    «Tener criogenizada a mi hija me ha devuelto la vida», confiesa a CRONICA la primera espa?ola que decidi? apostar con los suyos por la hipotermia profunda y su promesa de eternidad. Ella y su marido, Ram?n, dieron el paso que un centenar de espa?oles tienen ya en mente. Son cuentas de la Sociedad Espa?ola de Criogenizaci?n, fundada en marzo de 1998 (casi tres despu?s del viaje de Lali con su hija a EEUU) por el doctor Luis Mingorance y ahora presidida por el empresario madrile?o Andr?s Albarr?n. Lali y Ram?n son dos de los 20 socios. Y mucho m?s: el referente inexcusable para todo aquel que quiera conocer lo que es la criogenizaci?n como consuelo y esperanza futura ante la muerte de un ser querido.

    O de la propia. Ellos mismos, que se han construido un chal? a tres kil?metros del cementerio helado de Alcor en el desierto de Arizona donde descansan hija y abuela, ya tienen decidido que llegado el momento de su muerte terminar?n tambi?n en una c?psula de acero de dos metros de di?metro por dos de alto enfriada a 196 grados bajo cero.

    Bajar la temperatura del cuerpo hasta ese cero absoluto que marca la hipotermia profunda es, a juicio de los científicos, el principio para lograr algún día el ansiado sue?o de una vida sin muerte.Las c?lulas del cuerpo entran en una especie de letargo, su metabolismo se paraliza totalmente y el proceso de descomposici?n, irreversible y acelerado, se desactiva autom?ticamente. Cinco minutos, no m?s, es el tiempo de que se dispone, explica el doctor Mingorance, para preparar al finado con vista a su futura reanimaci?n.


    ANTICONGELANTE EN VENA


    «Lo primero que se hace», resume el experto, «es inyectar en la sangre del fallecido un compuesto que llamamos crioprotector, un anticongelante para que las c?lulas y los líquidos corporales no cristalicen y se destruyan. Luego un respirador y un coraz?n artificial, de manera que el organismo, aunque est? clínicamente muerto, siga recibiendo oxígeno. A continuaci?n, se le va bajando la temperatura mediante una unidad de frío hasta alcanzar, en un primer momento, los 30 grados bajo cero. Hecho esto, se viste el cuerpo con una bolsa de pl?stico especial, para evitar que la piel no se queme por el frío, y se introduce en una c?psula de acero, parecida a un gigantesco termo, llena de nitr?geno líquido. En ese ambiente la persona puede permanecer sin alteraci?n alguna durante miles de a?os».

    A Cristina no le dieron esos cinco minutos de gracia que dividen la frontera entre la muerte eterna y la resurrecci?n física que auguran los criogenistas. Nada m?s fallecer, y pese a las influencias de la familia, que intent? trasladarla a casa desde el hotel donde trabajaba y le sorprendi? la muerte, no hubo forma humana que cambiara el destino. Siguiendo a rajatabla la ley espa?ola, la joven fue llevada directamente al tanatorio mallorquín y, tras la autopsia, metida en una c?mara frigorífica. Dentro de lo malo, pens? Eulalia, estar en un lugar frío era de momento imprescindible para la posterior criogenizaci?n de su hija.

    La conmovedora historia de amor materno ya tiene forma de libro.Lo ha escrito la propia Eulalia y ahora est? a la espera de encontrar un editor osado que se lo lleve a la imprenta.

    «Aquel día, en mi casa, la gente iba y venia como en una boda.Hubo incluso quien me ofreci? una tumba para Cristina. No recuerdo qui?n era. S?lo s? que estaba llena de rabia y que aquella oferta, que tanto da?o me caus?, me hizo reaccionar. Me dije a mí misma: yo encontrar? un lugar para ti que no sea la tierra», habla Eulalia.En La decisi?n irrevocable, uno de los capítulos de La ciencia dice no a la muerte, la directora general de Hoteles Freixenet lo cuenta de otra manera. «En medio de aquella tragedia, en medio aquella locura incontrolable, se encendi? una luz de esperanza que ilumin? nuestros malheridos corazones. ¡La podríamos criogenizar!...Sí, la criogenizaremos (...) Eulalia recordaba haber leído alguna vez que se congelaba a las personas muertas para luego reanimarlas.«Desde ese momento hasta que encontramos la Fundaci?n Criog?nica Alcor pasaron muchas horas al lado del tel?fono en las que se nos olvid? por completo comer o dormir... Al primer sitio que llamamos fue a Aquisgran en Alemania, nos habían dicho que era el hospital m?s grande y moderno del mundo, la meca de la medicina...».

    El camino fue largo, de horas interminables contra el crono de la muerte. Finalmente, un amigo en la clínica Mayo de Minesota (EEUU), el doctor Fisher, pat?logo, les conduciría hasta las puertas de Alcor. Y hasta allí, superadas en Espa?a las trabas burocr?ticas y en suelo americano el handicap de que ellos no eran entonces socios de la empresa de criogenizaci?n, llevaron en ataúd a su hija.

    :rain:



  • #2
    Re: como sapo

    interesante y triste tambien..

    Como la fuerza de un huracan, y el apetito que tiene cualquier predador animal, con la ponzoña de un alacran, una inocencia de un niño y bajo la manga un puñal...

    Comment


    • #3
      Re: como sapo

      muy largo...
      Aguilas a Ganar !!!!

      Comment


      • #4
        Re: como sapo

        “Morirse no es cosas de viejos ni enfermos: desde el primer momento en que empezamos a vivir, ya estamos listos para morir”
        "La mayor necesidad del mundo es la de hombres y mujeres que no se vendan ni compren"

        Comment


        • #5
          Re: como sapo

          si esta largo pero esta interesante y triste...

          Los padres no deben ver morir a sus hijos

          Dios... por que hay tanta gente idiota en este mundo?

          Comment


          • #6
            como sapo

            Originally posted by alexacrow
            Los padres no deben ver morir a sus hijos
            algo asi lo escuch? en un video de Good Charlotte - hold on

            al minuto 3:32

            Comment


            • #7
              Re: como sapo

              Es el final conocido e inevitable pero definitivamente NO estamos listos, antes de morir hay que hacer muchisimas cosas en al vida.. en un sentido obvio y logico, diria que antes de morir hay que vivir, pero a vivir no me refiero al simple hecho de nacer, respirar y dejar que la vida pase..

              como dice el gradiador.. -“Lo que haces en la vida tiene su eco en la eternidad.”

              o como en una de mis peliculas favoritas (meet joe black)

              Donde la mujer moribunda le dice a la muerte (Joe)

              “Est?s equivocado. Aquí tambi?n estamos muy solos. Tan s?lo nos es dado llevarnos un pu?ado de bellos retratos
              ¿Tú tienes bellos retratos?”
              Yo sí. Yo tengo bellos retratos. Muchos de ellos borrosos, algunos desvaídos incluso. En colores o blanco y negro. Archivados de forma ca?tica. Incluso, sospecho, muchos de ellos retocados. Pero tengo multitud de esos Bellos Retratos.

              Me los llevar? donde quiera que vayamos cuando morimos.



              De eso se trata ete roio, no de cuanto vivimos, sino del como lo hacemos
              Como la fuerza de un huracan, y el apetito que tiene cualquier predador animal, con la ponzoña de un alacran, una inocencia de un niño y bajo la manga un puñal...

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              • #8
                Re: como sapo

                a esa pelicula es buenisima..

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