Me gust? el titulo para iniciar una conversacion sobre relatos extraordinarios...
Ya habiamos empezado a hablar sobre fantasmas, pero no me pareci? adecuado seguir en el tema de fotos de fantasmas, si no iba yo a poner ninguna foto... EN FIN
Estaba buscando por la web las fechas de los recorridos nocturos del panteon del saucito, aqui en san luis y me encontr? con un relato que me gust?:
Ady (San Luis Potosí. M?xico)
Un día de enero del 2002 mi madre, mi hermana mayor y yo decidimos hacer una visita a la tumba de mi padre, que había muerto hacía casi 5 a?os atr?s, era un domingo como a eso de las 12:30 del día.
Mi hija Adriana de dos a?os iba con nosotros, había mucha gente en el cementerio pues, al ser fin de semana la gente aprovecha para ir a visitar a sus muertos. Pens? que mi hija se sentiría incomoda o asustada al entrar a ese lugar, pues cabe mencionar que el pante?n del Saucito de la ciudad de San Luis Potosí tiene algo de peculiar y un poco de estremecedor. Tengo que confesar que a mí no me aterra el cementerio, m?s bien creo que es un lugar apacible y místico. Es increíble cu?nto puedes aprender de tan s?lo leer el epitafio que se encuentra grabado en todas las l?pidas. Es algo realmente conmovedor.
Para llegar a la tumba donde se encuentra mi padre tenemos que atravesar un pabell?n larguísimo donde se encuentran todas las tumbas de los ni?os.
Antes, al ir a visitar a mi padre no había ningún sentimiento que me hiciera sentir atraída hacía las tumbas de los ni?os, creo que muchas veces hasta pas? por ahí sin hacer caso alguno a todos esos angelitos que ahí descansan. Pero ese día de enero era diferente, ese día mi hija iba conmigo.
Al empezar a atravesar ese pabell?n sentí un impulso inmenso por llevar a mi hija en mis brazos y no dejarla pisar ese suelo en donde descansan las almas de esos ni?os.
El panorama era desolador: había decenas de tumbas olvidadas, destruídas por el tiempo, l?pidas partidas por la mitad, había incluso algunas tumbas a ras de suelo, con tan solo una cruz de metal carcomido por la lluvia.
Nunca olvidar? ese momento, sentí tanta tristeza al ver el olvido frente a mí, abrac? a mi hija con m?s fuerza, y sentí unas ganas inmensas de llorar, pens? que alguna de esas podía ser la tumba de mi peque?a hija y me doli? en el alma darme cuenta que algunos padres pueden olvidarse de sus peque?os hijos muertos.
Quiz? una tumba no es m?s que piedra y tierra, un ataúd de madera nada en especial, mas sin embargo ahí quedan en ese pedazo de tierra y en ese mont?n de piedra los pedacitos peque?os de un ser hermoso que por algún motivo Dios quiso llevarse con ?l.
Sentí un poco de rabia, por impotencia, me hubiera gustado llevar a todas esas peque?as tumbas una visita, una flor, algo para que esos peque?os seres se dieran cuenta de que aún no quedaban en el olvido.
Lo único que atin? a hacer fue cerrar los ojos y hacer una oraci?n por todos aquellos ni?os que descansaban en ese pabell?n. Me pareci? eterno la caminata a trav?s de ?l, pero al fin llegamos a la tumba de mi padre, hicimos lo acostumbrado: lavar la l?pida, poner algunas flores, y quiz? conversar con ?l en silencio de lo que nos había pasado o de nuestros deseos.
Al terminar la visita que hacíamos, tuvimos que atravesar el pabell?n de los ni?os de nuevo, mi mam? y mi hermana iban delante de mi hija y yo, nosotras es decir, yo iba aún contemplando las l?pidas de las tumbas, me detuve a leer el epitafio de una de ellas. Era la tumba de una peque?a ni?a que había muerto un par de a?os atr?s, tenía la misma fecha de nacimiento de mi hija a excepci?n del a?o, estaba yo muy entretenida leyendo lo que decía su epitafio y de pronto mi hija empez? a decir:
- “Mira ni?o”, “mira ni?o”
Lo repetía una y otra vez, me dio un poco de miedo pues yo no veía a nadie, y entonces al dirigir mi mirada hacia enfrente, como a unos 5 metros de donde yo estaba, ví a un peque?o ni?o parado sobre los restos de lo que un día había sido una tumba. No s? decirlo con certeza pero parecía que el ni?o estaba entre los 5 y 6 a?os de edad, vestido muy elegante con un traje blanco y una corbata azul, parecía sacado de un cuento de hadas, su aspecto era hermoso, tenía un semblante amigable y una sonrisa muy bella. Levant? su mano a la altura de sus hombros e hizo un adem?n como si quisiera saludarme, entonces cerr? los ojos, no me tard? mucho, s?lo fue un segundo y cuando los volví a abrir ese ni?o ya no estaba. Mir? hacia ambos lados del pabell?n para ver en qu? direcci?n se había marchado, no pude ver m?s que tumbas y polvo volando por el aire, no había nadie m?s en ese pabell?n, s?lo mi hija y yo.
Me retir? de ese lugar lo m?s r?pido que pude y al alcanzar a mi hermana y a mi mam?, ellas notaron que estaba un poco agitada y p?lida, no dije nada por temor a que me dijeran que estaba loca.
Poco tiempo despu?s ya cuando había pasado unos meses desde ese suceso, me atreví a cont?rselo a mi mam?, ella me dijo que probablemente ese ser que ví fue el alma de alguno de esos peque?os que me agradecía el haber pensado en ellos y el haber hecho una oraci?n por su descanso.
Nunca sabr? si la verdadera intenci?n de ese ni?o fue agradecerme, o peor aún nunca sabr? si eso que vi fue real o no, pero lo que sí s? y con gran certeza es que una verdadera madre o un verdadero padre nunca se olvida de un hijo, de un pedacito de sí mismo ni aún despu?s de la muerte"
Ya habiamos empezado a hablar sobre fantasmas, pero no me pareci? adecuado seguir en el tema de fotos de fantasmas, si no iba yo a poner ninguna foto... EN FIN
Estaba buscando por la web las fechas de los recorridos nocturos del panteon del saucito, aqui en san luis y me encontr? con un relato que me gust?:
Ady (San Luis Potosí. M?xico)
Un día de enero del 2002 mi madre, mi hermana mayor y yo decidimos hacer una visita a la tumba de mi padre, que había muerto hacía casi 5 a?os atr?s, era un domingo como a eso de las 12:30 del día.
Mi hija Adriana de dos a?os iba con nosotros, había mucha gente en el cementerio pues, al ser fin de semana la gente aprovecha para ir a visitar a sus muertos. Pens? que mi hija se sentiría incomoda o asustada al entrar a ese lugar, pues cabe mencionar que el pante?n del Saucito de la ciudad de San Luis Potosí tiene algo de peculiar y un poco de estremecedor. Tengo que confesar que a mí no me aterra el cementerio, m?s bien creo que es un lugar apacible y místico. Es increíble cu?nto puedes aprender de tan s?lo leer el epitafio que se encuentra grabado en todas las l?pidas. Es algo realmente conmovedor.
Para llegar a la tumba donde se encuentra mi padre tenemos que atravesar un pabell?n larguísimo donde se encuentran todas las tumbas de los ni?os.
Antes, al ir a visitar a mi padre no había ningún sentimiento que me hiciera sentir atraída hacía las tumbas de los ni?os, creo que muchas veces hasta pas? por ahí sin hacer caso alguno a todos esos angelitos que ahí descansan. Pero ese día de enero era diferente, ese día mi hija iba conmigo.
Al empezar a atravesar ese pabell?n sentí un impulso inmenso por llevar a mi hija en mis brazos y no dejarla pisar ese suelo en donde descansan las almas de esos ni?os.
El panorama era desolador: había decenas de tumbas olvidadas, destruídas por el tiempo, l?pidas partidas por la mitad, había incluso algunas tumbas a ras de suelo, con tan solo una cruz de metal carcomido por la lluvia.
Nunca olvidar? ese momento, sentí tanta tristeza al ver el olvido frente a mí, abrac? a mi hija con m?s fuerza, y sentí unas ganas inmensas de llorar, pens? que alguna de esas podía ser la tumba de mi peque?a hija y me doli? en el alma darme cuenta que algunos padres pueden olvidarse de sus peque?os hijos muertos.
Quiz? una tumba no es m?s que piedra y tierra, un ataúd de madera nada en especial, mas sin embargo ahí quedan en ese pedazo de tierra y en ese mont?n de piedra los pedacitos peque?os de un ser hermoso que por algún motivo Dios quiso llevarse con ?l.
Sentí un poco de rabia, por impotencia, me hubiera gustado llevar a todas esas peque?as tumbas una visita, una flor, algo para que esos peque?os seres se dieran cuenta de que aún no quedaban en el olvido.
Lo único que atin? a hacer fue cerrar los ojos y hacer una oraci?n por todos aquellos ni?os que descansaban en ese pabell?n. Me pareci? eterno la caminata a trav?s de ?l, pero al fin llegamos a la tumba de mi padre, hicimos lo acostumbrado: lavar la l?pida, poner algunas flores, y quiz? conversar con ?l en silencio de lo que nos había pasado o de nuestros deseos.
Al terminar la visita que hacíamos, tuvimos que atravesar el pabell?n de los ni?os de nuevo, mi mam? y mi hermana iban delante de mi hija y yo, nosotras es decir, yo iba aún contemplando las l?pidas de las tumbas, me detuve a leer el epitafio de una de ellas. Era la tumba de una peque?a ni?a que había muerto un par de a?os atr?s, tenía la misma fecha de nacimiento de mi hija a excepci?n del a?o, estaba yo muy entretenida leyendo lo que decía su epitafio y de pronto mi hija empez? a decir:
- “Mira ni?o”, “mira ni?o”
Lo repetía una y otra vez, me dio un poco de miedo pues yo no veía a nadie, y entonces al dirigir mi mirada hacia enfrente, como a unos 5 metros de donde yo estaba, ví a un peque?o ni?o parado sobre los restos de lo que un día había sido una tumba. No s? decirlo con certeza pero parecía que el ni?o estaba entre los 5 y 6 a?os de edad, vestido muy elegante con un traje blanco y una corbata azul, parecía sacado de un cuento de hadas, su aspecto era hermoso, tenía un semblante amigable y una sonrisa muy bella. Levant? su mano a la altura de sus hombros e hizo un adem?n como si quisiera saludarme, entonces cerr? los ojos, no me tard? mucho, s?lo fue un segundo y cuando los volví a abrir ese ni?o ya no estaba. Mir? hacia ambos lados del pabell?n para ver en qu? direcci?n se había marchado, no pude ver m?s que tumbas y polvo volando por el aire, no había nadie m?s en ese pabell?n, s?lo mi hija y yo.
Me retir? de ese lugar lo m?s r?pido que pude y al alcanzar a mi hermana y a mi mam?, ellas notaron que estaba un poco agitada y p?lida, no dije nada por temor a que me dijeran que estaba loca.
Poco tiempo despu?s ya cuando había pasado unos meses desde ese suceso, me atreví a cont?rselo a mi mam?, ella me dijo que probablemente ese ser que ví fue el alma de alguno de esos peque?os que me agradecía el haber pensado en ellos y el haber hecho una oraci?n por su descanso.
Nunca sabr? si la verdadera intenci?n de ese ni?o fue agradecerme, o peor aún nunca sabr? si eso que vi fue real o no, pero lo que sí s? y con gran certeza es que una verdadera madre o un verdadero padre nunca se olvida de un hijo, de un pedacito de sí mismo ni aún despu?s de la muerte"
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