Esto lo escribí gracias a un relato que me cont? Gabyyy. O sea... esta basado en un hecho real.
Espero les guste
Los ni?os del tercer piso
Eran las tres de la ma?ana nuevamente, y como en la noche anterior, el sonido de unos pies descalzos subiendo por las escaleras me impedía dormir. Ya lo sabía, igual que antes, eran ellos: y es que sucedería lo mismo que anoche, yo solo quería fusionarme contra la cama y quedar sorda para no tener que escuchar y que entonces como dominada por el misterio de lo que no se ve, pero se sabe que existe, tener que mirar y darme cuenta del horror que me acompa?aba otra vez.
Por que al filo de la madrugada de anoche, cuando dormitaba despu?s de un largo día de trabajo, con la puerta de metal abierta y el calido clima oblig?ndome a dormir solamente con el mosquitero protegiendo la entrada, fue que escuche, primero como unos pies descalzos subían lentamente al tercer piso, donde estaba mi habitaci?n, y aún entre sue?os, escuche como se abría el mosquitero y se dejaba azotar otra vez.
No quise darle importancia, solamente despegue la cabeza de la almohada para ver si la rentera había tenido que entrar. Pero no había nadie, desde afuera se filtraba la luz de la calle, el canto de las cigarras y nada m?s. Volví a apoyar mi cabeza en la almohada dispuesta a dormir, pero entonces sucedi?. Cuando cerr? los ojos escuche claramente como "algo" golpeaba fuertemente el ropero que se encontraba en el otro lado de mi habitaci?n. Desde afuera, el ladrido de los perros <podría jurar que eran todos los perros del pueblo> se dej? escuchar acompa?ado del viento nocturno. El miedo comenz? a apoderarse de mi y tome la sabana y me cubrí por completo, de nuevo el sonido de esos pies descalzos, gelatinosos, caminaron desde el ropero hasta el borde de mi cama, y una vez mas como en una carrera fren?tica, "eso" se abalanz? contra el ropero. Yo moría de miedo, habría deseado que el colch?n me devorara y desaparecer, pero no era posible. Otra y otra vez m?s, esos pies corrían desde el borde de mi cama hasta chocar contra el ropero.
El sentimiento de temor y los golpes se asimilaban a cuando de ni?a qued? atrapada en el ?tico de mi abuela y sin ?xito golpeando la puerta trataba de echarla abajo, temiendo despu?s una paliza cuando mi abuela subiendo las escaleras con el cintur?n en la mano castigaría la travesura inocente de haber querido esconderme en el ?tico viejo y polvoriento. Cuanto habría dado por cambiar este temor misterioso y oculto de no saber lo que sucede, por los golpes de cintur?n sobre mi delicada piel infantil, por que de cualquier forma, despu?s de que se descargaran sobre mí los latigazos de cuero de aquel grueso cintur?n, en un lecho calido y con la piel hinchada, vendría la calma.
Pero no fue así, el pecho inquieto trataba de expulsar a trav?s de la piel, a mi pobre coraz?n de horror latiente. Y de pronto se detuvieron los pasos despu?s de chocar por última vez contra el ropero: caminaron despacio hasta el pie de mi cama y se detuvieron ahí. El silencio que dur? por los pr?ximos segundos para mi fue mucho mas que inquietante, pues aunque solo se escuchaban los sonidos de los insectos nocturnos desde afuera de la habitaci?n, tenía la clara sensaci?n de que "eso" se encontraba aún al pie de mi cama, mir?ndome. Casi podía percibir la sonrisa macabra y burlona ante mi temblorienta figura escondida tras las sabanas, como si sabanas y colch?n fueran escudos ante esa diab?lica presencia.
Entonces, el sentimiento de horror y el escalofrío cesaron. Lentamente y con los ojos bien abiertos fui descubri?ndome el rostro, bajando la sabana con las manos y sin dejar de sentir p?nico, salt? de la cama y encendí la luz.
Esta vez la misma inquietante atm?sfera comenz? a percibirse nuevamente al filo de las tres de la madrugada. Los pasos de unos pies descalzos subiendo las escaleras me alertaron sobre lo que iba a suceder otra vez. Tom? una vez m?s la sabana y me cubrí por completo, apret? entre mis manos la almohada con todas mis fuerzas y el mismo escalofriante sonido de una criatura invisible avent?ndose a sí misma contra el ropero no fue lo único que sucedi?. El eco de unas canicas golpeando en la ventana y la risa o llanto de ni?os por toda la habitaci?n hicieron que de mis ojos brotaran lagrimas de temor, se escuchaban muchos pies descalzos corriendo de un lado a otro, golpeando la ventana, la puerta, el ropero.
Rec?… recuerdo tambi?n que los maldije en silencio por atormentarme, pero ni mis rezos ni mis maldiciones sirvieron de nada. De pronto al sonido seco del silencio, todo quedo en calma otra vez. Y el sentimiento de que aún había algo mir?ndome me trataba de obligar a destaparme y mirar. Mis manos querían deslizar la sabana sobre mi cara para finalmente ver lo que sea que fuere, de pie junto a mi cama. Yo suplicaba para no mirar, suplicaba para apretar los parpados pero no podía hacerlo. Algo trataba de dominarme, mi subconsciente o "eso". Entonces deslizando lentamente la sabana <y sin querer hacerlo> mir? a mi alrededor y descubrí con terror lo que jam?s olvidar? y que sin duda es la causa de mi locura. ¡¡Ni?os!! Ni?os casi transparentes, con la carne podrida, con los ojos secos. Ni?os alrededor de mi cama, mir?ndome con una sonrisa macabra, mientras uno de ellos, el que se encontraba al pie de la cama, subía su rodilla para apoyarla en el colch?n y comenzar a subir en direcci?n a mí.
Mi boca se abri? para gritar, pero no pudo salir de mí ni un suspiro. Mi cuerpo inm?vil, paralizado no respondía a mi necesidad de salir huyendo de ahí. El tel?fono entonces comenz? a sonar y provoc? que saliera de ese inexplicable estado de par?lisis. Grit? con todas mis fuerzas y los ni?os desaparecieron.
No pude esperar a que amaneciera para salir de ese horrible lugar. Pero al bajar las escaleras de ese tercer piso, escuch? el eco de esos ni?os jugando en la alcoba, y aún tengo pesadillas: entre sue?os veo sus caras y escucho sus burlas hacia lo que queda de mí.
Espero les guste
Los ni?os del tercer piso
Eran las tres de la ma?ana nuevamente, y como en la noche anterior, el sonido de unos pies descalzos subiendo por las escaleras me impedía dormir. Ya lo sabía, igual que antes, eran ellos: y es que sucedería lo mismo que anoche, yo solo quería fusionarme contra la cama y quedar sorda para no tener que escuchar y que entonces como dominada por el misterio de lo que no se ve, pero se sabe que existe, tener que mirar y darme cuenta del horror que me acompa?aba otra vez.
Por que al filo de la madrugada de anoche, cuando dormitaba despu?s de un largo día de trabajo, con la puerta de metal abierta y el calido clima oblig?ndome a dormir solamente con el mosquitero protegiendo la entrada, fue que escuche, primero como unos pies descalzos subían lentamente al tercer piso, donde estaba mi habitaci?n, y aún entre sue?os, escuche como se abría el mosquitero y se dejaba azotar otra vez.
No quise darle importancia, solamente despegue la cabeza de la almohada para ver si la rentera había tenido que entrar. Pero no había nadie, desde afuera se filtraba la luz de la calle, el canto de las cigarras y nada m?s. Volví a apoyar mi cabeza en la almohada dispuesta a dormir, pero entonces sucedi?. Cuando cerr? los ojos escuche claramente como "algo" golpeaba fuertemente el ropero que se encontraba en el otro lado de mi habitaci?n. Desde afuera, el ladrido de los perros <podría jurar que eran todos los perros del pueblo> se dej? escuchar acompa?ado del viento nocturno. El miedo comenz? a apoderarse de mi y tome la sabana y me cubrí por completo, de nuevo el sonido de esos pies descalzos, gelatinosos, caminaron desde el ropero hasta el borde de mi cama, y una vez mas como en una carrera fren?tica, "eso" se abalanz? contra el ropero. Yo moría de miedo, habría deseado que el colch?n me devorara y desaparecer, pero no era posible. Otra y otra vez m?s, esos pies corrían desde el borde de mi cama hasta chocar contra el ropero.
El sentimiento de temor y los golpes se asimilaban a cuando de ni?a qued? atrapada en el ?tico de mi abuela y sin ?xito golpeando la puerta trataba de echarla abajo, temiendo despu?s una paliza cuando mi abuela subiendo las escaleras con el cintur?n en la mano castigaría la travesura inocente de haber querido esconderme en el ?tico viejo y polvoriento. Cuanto habría dado por cambiar este temor misterioso y oculto de no saber lo que sucede, por los golpes de cintur?n sobre mi delicada piel infantil, por que de cualquier forma, despu?s de que se descargaran sobre mí los latigazos de cuero de aquel grueso cintur?n, en un lecho calido y con la piel hinchada, vendría la calma.
Pero no fue así, el pecho inquieto trataba de expulsar a trav?s de la piel, a mi pobre coraz?n de horror latiente. Y de pronto se detuvieron los pasos despu?s de chocar por última vez contra el ropero: caminaron despacio hasta el pie de mi cama y se detuvieron ahí. El silencio que dur? por los pr?ximos segundos para mi fue mucho mas que inquietante, pues aunque solo se escuchaban los sonidos de los insectos nocturnos desde afuera de la habitaci?n, tenía la clara sensaci?n de que "eso" se encontraba aún al pie de mi cama, mir?ndome. Casi podía percibir la sonrisa macabra y burlona ante mi temblorienta figura escondida tras las sabanas, como si sabanas y colch?n fueran escudos ante esa diab?lica presencia.
Entonces, el sentimiento de horror y el escalofrío cesaron. Lentamente y con los ojos bien abiertos fui descubri?ndome el rostro, bajando la sabana con las manos y sin dejar de sentir p?nico, salt? de la cama y encendí la luz.
Esta vez la misma inquietante atm?sfera comenz? a percibirse nuevamente al filo de las tres de la madrugada. Los pasos de unos pies descalzos subiendo las escaleras me alertaron sobre lo que iba a suceder otra vez. Tom? una vez m?s la sabana y me cubrí por completo, apret? entre mis manos la almohada con todas mis fuerzas y el mismo escalofriante sonido de una criatura invisible avent?ndose a sí misma contra el ropero no fue lo único que sucedi?. El eco de unas canicas golpeando en la ventana y la risa o llanto de ni?os por toda la habitaci?n hicieron que de mis ojos brotaran lagrimas de temor, se escuchaban muchos pies descalzos corriendo de un lado a otro, golpeando la ventana, la puerta, el ropero.
Rec?… recuerdo tambi?n que los maldije en silencio por atormentarme, pero ni mis rezos ni mis maldiciones sirvieron de nada. De pronto al sonido seco del silencio, todo quedo en calma otra vez. Y el sentimiento de que aún había algo mir?ndome me trataba de obligar a destaparme y mirar. Mis manos querían deslizar la sabana sobre mi cara para finalmente ver lo que sea que fuere, de pie junto a mi cama. Yo suplicaba para no mirar, suplicaba para apretar los parpados pero no podía hacerlo. Algo trataba de dominarme, mi subconsciente o "eso". Entonces deslizando lentamente la sabana <y sin querer hacerlo> mir? a mi alrededor y descubrí con terror lo que jam?s olvidar? y que sin duda es la causa de mi locura. ¡¡Ni?os!! Ni?os casi transparentes, con la carne podrida, con los ojos secos. Ni?os alrededor de mi cama, mir?ndome con una sonrisa macabra, mientras uno de ellos, el que se encontraba al pie de la cama, subía su rodilla para apoyarla en el colch?n y comenzar a subir en direcci?n a mí.
Mi boca se abri? para gritar, pero no pudo salir de mí ni un suspiro. Mi cuerpo inm?vil, paralizado no respondía a mi necesidad de salir huyendo de ahí. El tel?fono entonces comenz? a sonar y provoc? que saliera de ese inexplicable estado de par?lisis. Grit? con todas mis fuerzas y los ni?os desaparecieron.
No pude esperar a que amaneciera para salir de ese horrible lugar. Pero al bajar las escaleras de ese tercer piso, escuch? el eco de esos ni?os jugando en la alcoba, y aún tengo pesadillas: entre sue?os veo sus caras y escucho sus burlas hacia lo que queda de mí.
AlexaCrow ©2008
Comment