Josef Fritzl confiesa haber violado a su hija y ser el padre de los siete hijos de ella
Josef Fritzl un ingeniero electr?nico jubilado de 73 a?os, casado y padre de siete hijos y que era conocido en su pueblo como un hombre amable y amante de la pesca, confes? ayer ser el autor de un crimen diab?lico que no tiene precedentes en la historia de Austria. El hombre, que fue detenido el s?bado pasado por la policía, admiti? haber mantenido encerrada a su hija Elisabeth en un zulo construido bajo el jardín de su casa durante 24 a?os, haberla violado sistem?ticamente y haber engendrado con ella otros siete hijos, tres de los cuales nunca habían tenido contacto con el mundo exterior.
Josef Fritzl guard? silencio durante 48 horas, pero ayer, el llamado 'monstruo de Amstetten' como fue bautizado por el peri?dico 'Kronen Zeitung' en alusi?n a su ciudad, decidi? revelar a la policía la doble vida que mantuvo durante casi un cuarto de siglo. «Mientras la hija, Elisabeth, de 42 a?os, vivía un calvario sin fin recluida con tres de sus hijos en un cuchitril, el monstruo Fritzl vivía en la misma casa una vida de abuelo generoso», se?al? el peri?dico.
En Amstetten, un pueblo ubicado a unos 100 kil?metros al oeste de Viena, los vecinos interrogados por la televisi?n austriaca, coincidieron en se?alar que Josef era un hombre atento, bien educado y jovial. Con su esposa Rosamarie tuvo, aparte de su hija Elisabeth, otros seis, todos adultos y tenía fama de haber sido un padre ejemplar.
Pero nadie en el pueblo, ni siquiera sus antiguos inquilinos, sospech? que Josef Fritzl tenía una doble vida que ocult? cuando decidido encerrar, hace 24 a?os, a su hija en el zulo. En el mes de agosto de 1984, el hombre alert? a la policía local sobre la desaparici?n de su hija y un mes despu?s entreg? una carta, firmada por su hija, donde pedía que nadie la buscara. «Mi hija se uni? a una secta», cont? entonces Josef Fritzl.
Calabozo subterr?neo
La confesi?n de Josef Fritzl dej? at?nitos a los encargados de llevar a cabo el interrogatorio. El hombre confes? ser el padre de los siete hijos nacidos en el calabozo subterr?neo, que ?l mismo construy? para encerrar a su hija y admiti? haber quemado en la caldera de la calefacci?n de su casa, el cad?ver de uno de ellos, que naci? muerto. «El crimen sobrepasa todas las dimensiones, incluida las peores experiencias vividas por los agentes de policía», dijo Franz Polzer, jefe de la policía de Baja Austria, al dar a conocer un resumen de la confesi?n del 'monstruo de Amstetten'. «Este hombre estaba casado y tenia siete hijos, pero en el s?tano tuvo otros siete hijos con su propia hija, tres de los cuales adopt?», a?adi?.
Es un caso criminal espantoso y que no tiene comparaci?n en la historia del país», admiti?, por su parte, Franz Pucher, responsable de la seguridad pública del estado de Baja Austria. «Es un caso que supera todo lo conocido hasta ahora», sentenci?.
El jefe de la policía de Baja Austria tambi?n confirm? que tres de los hijos de Elisabeth habían sido trasladados por su padre a la casa familiar y que posteriormente habían sido adoptados por el matrimonio. Los otros tres hijos de 5, 18 y 19 a?os, nunca abandonaron la c?rcel subterr?nea hasta que Kerstin, la mayor, fue internada en un hospital. Fue entonces cuando el hombre liber? a sus dos hijos y le cont? a su esposa que la hija desaparecida había regresado con ellos. Josef Fritzl sostuvo ante su esposa y el resto de la familia que Elizabeth había desaparecido voluntariamente para adherirse a una secta donde dio a luz a varios hijos, tres de los cuales los dej? delante de la puerta de la casa de sus padres.
Las autoridades, junto con la revelaci?n de detalles de la confesi?n de Josef Fritzl, tambi?n ofrecieron im?genes de la c?rcel subterr?nea donde Elisabeth vivi? los últimos 24 a?os. El acceso a la 'c?rcel' estaba oculto detr?s de una estantería donde había una puerta de acero que se abría mediante control remoto con una clave. El zulo, de unos 60 metros cuadrados, solo tenía 170 centímetros de alto, tenía tres habitaciones, una peque?a cocina, un ba?o con ducha y carecía de ventanas. Había televisor y radio.
¿Sin sospechas?
El calvario de Elisabeth Fritzl lleg? a su fin, pero desde ayer la prensa austriaca se formula una interrogante que aún no tiene respuesta. ¿Como fue posible que una mujer y tres ni?os vivieran encerrados en una c?rcel subterr?nea construida en medio de un barrio burgu?s sin que nadie sospechara algo extra?o? «La comunidad de Amstetten, incluida su poblaci?n, debería avergonzarse. Los vecinos miraron, muy a conciencia, hacia otro lado», anot? el peri?dico 'Österreich' en un editorial, mientras que el rotativo 'Der Standard' se?al?: «Todo el país debe preguntarse que est? haciendo, esencialmente, mal».
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